Una misa en el Palacio del aparente silencio

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La presidenta Dina Boluarte no podrá asistir al funeral del papa Francisco en el Vaticano. El Congreso, le ha negado el permiso. Eduardo Salhuana anunció el resultado final de la votación: 40 votos a favor, 45 en contra y solo una abstención. Dina Boluarte no viaja al Vaticano.

En su lamento amplificado, por sus fieles del momento, se escuchó al presidente del Congreso, Salhuana criticar la decisión del Congreso ante quien «personifica a la Nación», una política que cuenta con menos del 3% de aprobación, ella representa sólo a su aparato de gobierno y a sus beneficiados. Lamentablemente la política peruana está dividida, los más estables son los empresarios.
Presidente del Congreso de la República, Eduardo Salhuana Cavides

Mientras tanto, el Perú vive una de las etapas más degradantes de su historia reciente. La inseguridad ha tomado las calles, producto de años de negligencia estatal, corrupción policial y permisividad con redes criminales. La ciudadanía trabaja y vive arriesgando la vida cada día. La crisis moral no es abstracta: se vive en cada asalto, en cada extorsión, en cada silencio cómplice de las autoridades.

A ello se suman los escándalos personales que rodean a la presidenta: su desbalance patrimonial aún no esclarecido, el protagonismo de su hermano Nicanor Boluarte, de los cargos penales en su contra no queda nada, ahora es un decente ciudadano que nunca traficó utilizando el poder político de su hermana, el favoritismo hacia el actual proceso de limpieza a Cerrón, fundador del partido Perú Libre y su sospechosa intromisión en el juego electoral de 2026. Todo parece diseñado no para gobernar, sino para asegurar su supervivencia política y tejer alianzas que la blinden del futuro.

Como si todo eso no bastara, cuando de blindaje se habla. Hemos podido observar que Perú profundo ha estudiado minuciosamente la tempestividad para dar curso al asilo internacional. En el caso Castillo, la familia Castillo logró refugiarse en la Embajada de México mientras Castillo era detenido. En este caso, ha sido estudiado en sus mínimos particulares y con tempestiva y coordinada actuación. Para el día que se dictó la sentencia a la pareja Humala-Heredia, Nadine Heredia pidió con antelación no asistir a su lectura presencial sino conectarse por remoto (vía internet), el marido Ollanta Humala expresidente asistió presencial. Mientras se leía la sentencia que los condenaba a quince años de prisión, Nadine Heredia entraba a la sede de la Embajada de Brasil en Perú que le concedía Asilo humanitario y el Ministro de Relaciones exteriores le concedía el Salvoconducto a ella y a su hijo menor de edad. Precisión de relojería: lograron en sintonía desafiar al poder judicial con una sonrisa y salir fortalecida, en una puesta en escena que insulta la inteligencia colectiva del país. Todos coludidos, desde Lula, Odebrecht, Embajada de Brasil, Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú bajo el libreto de Dina Boluarte y Lula da Silva. ¿Por qué protegen a Heredia? ¿será que conoce más de lo declarado? ¿ella está ocultando información sobre Lula, quien ya se blanqueó de una sentencia condenatoria gracias a su poder Judicial Supremo y pudo presentarse como candidato presidencial?

La codicia se ha apoderado de tantos peruanos, sobre todo del Perú profundo, quienes poco a poco rompen las formalidades, desatienden las normas, establecen otras reglas de juego, se salen con la suya: debilitan el Estado de Derecho, son aquellos que no pueden esperar el desenvolvimiento normal del proceso económico del bienestar por mérito, lo arrancan de malo modo de las arcas del Estado peruano, siempre menos transparente, sin tomar en cuenta la decencia.

La misa en Palacio, anunciada como alternativa al viaje truncado, no será un acto de recogimiento nacional, sino un gesto vacío hasta casi fariseo, ya que ahora, nuestra apurimeña argumenta que su viaje tenía el propósito de promover el turismo. No podemos dejar de preguntarnos: ¿qué sacerdote oficiará la Misa en la Capilla de Palacio? Tal vez necesitemos algo más que un oficio religioso: un exorcismo cívico, ético, institucional. Porque bajo ese Palacio de Gobierno, corren corrientes de ríos que han visto desde la defenestración de Taulichusco de sus tierras, el asesinato de Pizarro, golpes de Estado, sus corrientes esconden demasiadas turbulencias.

Perú no necesita rezos desde el poder, sino una refundación del sentido mismo de lo público. Porque sin verdad, sin transparencia, sin justicia y sin una moral que nos devuelva la dignidad, no hay misa, ni papa, ni exorcismo que nos salve y menos que menos, que llegue el Turismo.