La economía mundial enfrenta una revisión de su PBI. El Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo su proyección de crecimiento mundial para este 2025 a 2.8% (desde 3.3% en enero), convirtiéndose en el ritmo más lento en décadas. Este ajuste proviene de una mezcla de tensiones comerciales, aranceles récord (efectivos del 145% en EE.UU. y China) y volatilidad geopolítica, factores que han desacelerado el comercio internacional a un 1.7% en el 2025, su menor nivel desde la pandemia. Las economías avanzadas, lideran la reducción de 1.5%, mientras América Latina disminuye al 2.2% debido a choques externos y desconfianza de inversionistas.
El factor que más afecta es la guerra comercial global, dado los aranceles de EE.UU. que alcanzan niveles no vistos desde la Gran Depresión. Esta posición del país norteamericano está generando un «shock de oferta» que reduce la productividad y encarece bienes estratégicos como semiconductores y minerales. China, con un crecimiento ajustado al 4%, sufre la contracción de su demanda externa, mientras México (-0.3%) y Brasil (2%) lidian con la desaceleración de socios clave.
A esto se suma la incertidumbre política: 40% de los flujos comerciales globales están sujetos a restricciones, según el Banco Mundial. La falta de reglas claras desincentiva inversiones a largo plazo, especialmente en sectores intensivos en capital, como la infraestructura y energía. Países dependientes de commodities, como Bolivia, enfrentan presiones inflacionarias (15.1%) y déficit fiscal crónico.
El panorama actual exige reformas estructurales urgente. El FMI sugiere priorizar acuerdos comerciales multilaterales y políticas que impulsen la productividad, como inversión en tecnología y capital humano. Sin cooperación internacional, el mundo podría consolidar una «nueva normalidad» de bajo crecimiento, donde solo economías resilientes, como India (6.2%), logren navegar la tormenta. La pregunta clave es si los líderes globales actuarán antes de que la cuerda floja se rompa.