Hay raíces que no se ven, pero sostienen al mundo
En las salas del MET, el Perú no solo se exhibe: se revela.
Con cada tejido, cada oro, cada gesto tallado en piedra,
una civilización antigua alza la voz y nos habla en el presente.
No es nostalgia: es renacimiento.
El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET) inaugurará en mayo una sala completamente renovada dedicada al Perú, consolidando su colección como la más importante de arte prehispánico de América Latina. Esta sala, completamente rediseñada, alberga una variedad extraordinaria de piezas que abarcan más de 3,000 años de historia peruana. Según compartió Hernando Torres-Fernández, director del Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, gran parte de estos objetos fueron donados por Nelson Rockefeller, lo que añade aún más valor histórico y simbólico a la colección.
La nueva sala reúne piezas de una riqueza y diversidad asombrosas: desde cerámicas escultóricas de culturas Mochica y Wari, hasta textiles Paracas y Nasca que deslumbran por su cromatismo y complejidad simbólica. A esto se suma una imponente colección de arte virreinal que muestra la fusión entre el barroco europeo y la estética andina, como las obras «Cristo cargando la cruz, llamado El Señor de la Caída» (ca. 1770–75) o «Nuestra Señora de Valvanera» (ca. 1770–80), con vírgenes rodeadas de querubines con rasgos autóctonos y detalles florales exuberantes.
Entre las joyas de la colección se encuentran:
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Un botellón mochica con figura sentada, finamente modelado (200–500 d.C.), que revela no solo la destreza técnica, sino también la profundidad filosófica de su cultura.
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Un tambor Nasca (100–400 d.C.) con decoración geométrica y ojos penetrantes, posiblemente usado en ceremonias de fertilidad o iniciación.
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Un par de aretes mochicas con figura alada en movimiento, elaborados con turquesa y oro, que transmiten un dinamismo narrativo excepcional (400–700 d.C.).
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La máscara funeraria lambayeque (900–1100 d.C.), de una expresividad casi sobrenatural, que recuerda el vínculo entre la élite, el oro y la cosmovisión de la muerte.
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Una botella Wari en forma de felino (600–900 d.C.), símbolo de poder y transformación en el mundo andino.
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El fragmento textil Paracas (450–175 a.C.), donde seres míticos y deidades zoomorfas parecen moverse sobre un telar multicolor.
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Una vestimenta femenina de Chuquibamba (siglo XIV–XVI), testimonio de la continuidad cultural hasta la llegada de los incas.
También hay lugar para la reflexión contemporánea: la obra Vírgenes Urbanas (2007), de Ana de Orbegoso, dialoga con las piezas coloniales desde una mirada mestiza, actual y profundamente femenina.
Y todo esto representa apenas una parte. El MET registra 3,955 resultados bajo la categoría “Peru”. Una cifra que no solo revela el volumen de objetos preservados, sino también el lugar que ocupa el Perú en la construcción simbólica del arte universal. Pocas culturas pueden ofrecer tal continuidad y profundidad histórica en los lenguajes del arte.
Además, un dato poco conocido: gran parte de esta extraordinaria colección fue donada por Nelson Rockefeller, político, filántropo y apasionado coleccionista del arte latinoamericano. Su mirada visionaria consolidó la presencia peruana en el MET y contribuyó a la valoración de estas obras más allá del exotismo o el coleccionismo arqueológico.
El MET, junto con el Louvre, es considerado uno de los museos más importantes del mundo. Recientemente, su director Max Hollein visitó Lima y fue recibido por autoridades peruanas, entre ellas Hernando Torres-Fernández, quien lo acompañó en un recorrido por espacios culturales clave, consolidando así los lazos entre la institución estadounidense y el patrimonio cultural del Perú.
Hoy, con esta renovación, el Perú no es solo parte de una colección: es protagonista de una narrativa global que reconoce en sus tejidos, cerámicas, metales y lienzos, no reliquias, sino expresiones de una identidad viva, desafiante y vigente.
Nelson Rockefeller y su legado: un mecenas para el arte precolombino
La magnitud de la colección peruana en el MET no puede entenderse sin el gesto visionario de Nelson Aldrich Rockefeller (1908–1979), empresario, filántropo y vicepresidente de los Estados Unidos. Apasionado del arte latinoamericano, Rockefeller fue más que un coleccionista: fue un puente entre culturas.
A través de su fundación y de donaciones personales, contribuyó a que obras maestras de las civilizaciones prehispánicas encontraran un lugar digno y accesible en uno de los museos más importantes del mundo. Su compromiso no fue solo con el arte como objeto, sino con el arte como expresión identitaria, histórica y espiritual de los pueblos de América Latina.
Gracias a su sensibilidad, una parte invaluable del patrimonio peruano está hoy protegida, estudiada y celebrada en el MET, ante los ojos del mundo.