Abjurar su fé en el dios “PIB”. Por Florent SARDOU

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El 7 de abril pasado, la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) revisó a la baja la proyección del crecimiento económico de la región para 2015. Desde 2,2 % hasta un débil 1%. Luego del 1,1% alcanzado en 2014, parece que los tiempos de bonanza se están acabando. Hay que estudiar con detalle estas cifras: una brecha se está instalando a nivel subregional. México, Centroamérica y el Caribe crecen mientras las economías de América del Sur se estancan.

Estas malas cifras provocan discursos alarmistas de parte de varios sectores económicos, porque el crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto) sigue siendo el indicador “Alfa y Omega” para el desarrollo. El indicador supremo con el cual se comparan los Estados y que determina las decisiones sociales y económicas.

Pero numerosos economistas abogan por incluir otros indicadores, argumentando que el PIB sería insuficiente para evaluar la riqueza de una sociedad. El propio inventor del PIB, el economista estadounidense Simón Kuznets decía en 1934 frente al Congreso de Estados Unidos: “la medición del ingreso nacional difícilmente puede servir para evaluar el bienestar de una nación”. Para él, el PIB servía solamente para conocer la actividad productiva de una economía.

A partir de los años setenta, la crisis económica que golpea a los países desarrollados y el informe Meadows (publicado en 1972, actualizado en 2012), que alerta sobre la imposibilidad física de un crecimiento económico perpetuo, revelan la extrema fragilidad de nuestro modelo de desarrollo. En 1974, el economista Richard Easterlin publicó un artículo donde afirma que el aumento de la riqueza no produce un aumento proporcional de la felicidad. La “Paradoja de Easterlin” daba nacimiento, de esta forma, a la “economía de la felicidad”. El ingreso no podía ser la única herramienta para medir el bienestar. Así, varios economistas multiplican los estudios y trabajos para tratar de descartar el uso del PIB como único indicador de la riqueza. Hoy en día, varias corrientes económicas compiten para permitir un desarrollo sostenible. El frenazo prolongado de Europa, quizás pronto de América del Sur, y las políticas de austeridad otorgan mayor audiencia a estas soluciones alternativas. Algunas preconizan un crecimiento económico nulo o hasta un descrecimiento (concepto de “simplicidad voluntaria”, “sobriedad feliz”) basado en el respeto del medio ambiente y en contra del productivismo. Otras proponen una política económica que priorice el bienestar de la colectividad y la sustentabilidad de su entorno.

Si el mundo económico se encuentra gobernado por malos indicadores. ¿Cuáles serían los buenos?

Jeffry Sachs
Jeffry Sachs

Actualmente, los economistas partidarios de la “economía del bienestar” ganan cada vez más seguidores y sus trabajos se hacen presentes en varios informes de reconocidos organismos internacionales. La ONU publica cada año, desde 2012, un Informe Mundial de la Felicidad basándose en el trabajo de un grupo de economistas pioneros en la economía del bienestar: Jeffrey Sachs, Richard Layard y John F. Helliwell. La OCDE también publica un informe anual que tiene como propósito medir el bienestar. Su principal herramienta de trabajo es la “escala de Cantril”, que intenta determina el grado de satisfacción que sienten las personas con su vida. Son varios los indicadores utilizados: el PIB, la esperanza de vida, el apoyo o capital social (si la persona cuenta o no con amigos), la corrupción, la generosidad y la libertad de poder elegir y contar con opciones para decisiones fundamentales. La persona debe finalmente calificar su vida con una escala de puntuación que va del 0 a 10 (10 representa la satisfacción absoluta).

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Richard Layard

El propósito de estos economistas es poner en relación los datos objetivos de vida (sus ingresos, cuántas personas viven en el hogar, qué trabajo tienen, sus diplomas, etc.) con datos subjetivos.

John F. Helliwell
John F. Helliwell

Intentan con estos índices abordar la complejidad integral del ser humano (revisar los trabajos de Jean-Paul Fitoussi y Claudia Senik). Claudia Senik dice que la economía del bienestar es un campo que se interesa por el subjetivismo, “lo que sienten las personas”. Lo que ella ha denominado “las preferencias reveladas”. No todo es revelado por una acción individual. Este método es así muy novedoso, considerando que, en general, los economistas rechazan y temen al subjetivismo y a las emociones. Prefieren las cifras y los datos exactos.

Estas preocupaciones no son nuevas. Estos economistas del bienestar son los herederos de Jeremy Bentham y John Stuart Mill, padres del “utilitarismo”, filosofía desarrollada en el siglo XIX que promociona “el máximo bienestar (intelectual, moral y físico) para el máximo número”. La felicidad “es el fundamento de la moralidad y el derecho”.

Finalmente, una búsqueda genuina por encontrar un equilibrio en donde el bienestar y la felicidad primen por sobre el crecimiento económico. En donde la preocupación, hasta ahora, por el crecimiento de la economía como único factor relevante para el logro del bienestar de paso a una mirada integral de las necesidades del individuo, con la que se puedan diseñar, elaborar y aplicar nuevas políticas públicas.

«No hay mejor prueba del progreso de la civilización que el progreso del poder de cooperación” proclama John Stuart Mill.

BIBLIOGRAFIA
1. Jeffrey Sachs, Richard Layard, John F. Helliwell , El Informe Mundial de la Felicidad 2015, http://worldhappiness.report/wp-content/uploads/sites/2/2015/04/WHR15-Apr29-update.pdf
2. OCDE, “¿Cómo es la vida? 2013. Medición del bienestar”, 2014. http://www.keepeek.com/Digital-Asset-Management/oecd/economics/how-s-life-2013/summary/spanish_9789264201392-sum-es#page1

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