Si en la Cumbre de París sus palabras causaron impacto, en la Conferencia de Múnich, Vance dejó claro que los caminos entre EE.UU. y la UE se estaban dividiendo. Su discurso fue más duro y frontal, criticando abiertamente la represión de la libertad de expresión dentro de la Unión y acusándola de restringir la capacidad de elección de los ciudadanos europeos. Citó, entre otros, el caso de Rumania, donde en primera instancia se validaron los resultados electorales, pero posteriormente el Tribunal Constitucional ordenó repetir los comicios bajo el argumento de una supuesta injerencia rusa. Esta decisión provocó una fuerte reacción en la región, sintetizada en una frase que se convirtió en lema de los críticos: «No aceptamos lecciones de democracia de los Estados Unidos».
Este momento marcó un punto de inflexión en la historia de la Unión Europea, obligándola a enfrentar una decisión que había evitado durante casi 70 años: la creación de una verdadera unidad de defensa europea. Desde la posguerra, la UE había delegado su seguridad en la OTAN y, en consecuencia, en la protección militar de Estados Unidos. La dependencia fue tan cómoda que, a pesar de múltiples intentos fallidos por fortalecer su autonomía estratégica, el bloque nunca había dado pasos concretos hacia la constitución de un ejército común. Ahora, la situación es diferente. Separarse de EE.UU. ya no es una opción ideológica, sino una necesidad pragmática.
En este contexto, la reciente visita de Macron a Washington para reunirse con Trump y proponer el despliegue de tropas francesas en Ucrania, bajo la figura de una misión de paz, ha generado reacciones en los otros miembros que han manifestado su disponibilidad a participar. Italia prefiere que sea bajo la égida de las Naciones Unidas. La primera semana de marzo se sabrá más, es ya un paso. Volviendo a la visita de Macron, al despedirse de Trump, éste sorprendió con elogios abiertos a Giorgia Meloni, la principal antagonista de Macron en la UE. Trump destacó a Italia como «una nación muy importante» y describió a Meloni como «una mujer maravillosa y una líder fuerte», resaltando su papel en el G7. Este gesto no solo incomodó a Macron, sino que confirmó el peso creciente de Meloni en el escenario internacional, mientras que Francia parece perder influencia en la reconfiguración del orden mundial y Macron está de salida.
La guerra en Ucrania ha expuesto las debilidades de una Europa sin estrategia propia. La decisión de involucrarse en un conflicto sin un plan de salida, con el único objetivo de «derrotar al enemigo», ignorando cualquier posibilidad de negociación, ha tenido un alto costo. Quienes se atrevieron a sugerir una mediación fueron censurados o aislados políticamente. El caso de Viktor Orbán es paradigmático. A pesar de no haber asumido aún la presidencia del semestre europeo, en julio de 2024 viajó a Moscú para reunirse con Putin y explorar una posible vía de diálogo entre Rusia y la UE. La respuesta fue inmediata: el Ejecutivo de Von der Leyen y el Consejo Europeo desautorizaron la visita, tildándola de una iniciativa individual sin respaldo oficial. Solo el Parlamento Europeo evitó sumarse a la condena, reflejando la creciente fractura interna dentro del bloque.
Mientras tanto, las elecciones en Alemania, del domingo 23 de febrero, han terminado de consolidar un cambio de rumbo en la UE. La ascensión del AfD al 26% y la victoria de Friedrich Merz en la CDU han significado un giro hacia posiciones más conservadoras y euroescépticas, debilitando la hegemonía socialista en el bloque. La narrativa construida por los grandes medios de comunicación, alineados con la izquierda, ya no logra contener la marea del descontento. La gente está demandando un cambio, y la guerra en Ucrania se ha convertido en un símbolo del error estratégico de la UE. Europa se dejó arrastrar por la agenda de Biden, participando en una «guerra por poderes» contra Rusia sin un plan de mediación y con la única certeza de que compraría armas estadounidenses. El resultado ha sido una crisis económica generalizada, con el precio del gas por las nubes y una dependencia energética de EE.UU. aún mayor.
El regreso de Trump ha puesto en evidencia lo que muchos líderes europeos temían: la falta de visión estratégica de la UE. Zelensky, que en un primer momento fue presentado como un héroe de la resistencia, ha visto desmoronar su imagen. Para Trump, el conflicto en Ucrania nunca debió ocurrir. En su retórica, lo que Biden denominó «defensa de la democracia» no fue más que una excusa para beneficiar a la industria armamentística y proteger los intereses económicos estadounidenses sobre las tierras raras de Ucrania. Sin embargo, la geopolítica ha dado un vuelco: actualmente, esas mismas tierras raras, ahora, parecen estar bajo el control geográfico de Rusia. Putin ya ha ofrecido negociar su explotación con Trump, anticipando una nueva fase en la relación entre Washington y Moscú.
Zelensky, consciente del giro del tablero internacional, ha tenido que demostrar que no está «entornillado» en el poder. En un intento por calmar la creciente ola de críticas, propuso que si Ucrania ingresaba en la OTAN, él estaría dispuesto a renunciar a la presidencia. Este anuncio, además de presentarse como un gesto de apertura, buscaba garantizar la seguridad de los límites geográficos de Ucrania, que cada vez se ven más reducidos. Es evidente que el Donbás pasará a formar parte de Rusia, consolidando la nueva cartografía del conflicto. Con esta jugada, Zelensky logró reducir parcialmente la presión que lo estaba arrinconando, pero la situación sigue siendo extremadamente frágil. Si vemos las pérdidas de Rusia en su ataque a Ucrania, se observa que iba dirigido a las zonas donde este país tiene mayores recursos, sin embargo, Ucrania la contuvo. Rusia podría seguir en la guerra pero los Estados Unidos, quienes impasiblemente han visto su ampliación por más de diez años, ahora abiertamente va en su auxilio. Es mejor un armisticio.
Mientras, el contexto político de la UE se está configurando. La convocatoria de Macron a una reunión en París invitando pocos países de la UE, ha evidenciado una fractura interna. Giorgia Meloni, a pesar de haber sido invitada, no entendió por qué no se convocó a un Consejo Europeo extraordinario, donde todos los Estados miembros pudieran participar en la toma de decisiones. Aquí, la crítica de Vance cobra más sentido: la UE ha dejado de ser una unión de 27 países para convertirse en un club de líderes que toman decisiones a puerta cerrada. Por ello, la idea de crear un Fondo Británico-UE para la defensa común, es una buena solución que aunada a la luz verde de Merz para contraer una deuda por la defensa de la UE, ofrece un alivio a su capacidad de negociación de la UE con los Estados Unidos y compañía: Ucrania debe ingresar en la UE o en el mercado común, dejando de lado la influencia soviética y pasando a la influencia occidental.
La división se refleja en las Naciones Unidas, el 25 de febrero, se adoptaron dos resoluciones claves. la Resolución de la Asamblea General de la ONU sobre la integridad territorial de Ucrania, en coincidencia con el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, la Asamblea General reiteró su apoyo a la integridad territorial de Ucrania y condena la agresión rusa. Esta resolución fue aprobada con 93 votos a favor, destacando la persistente preocupación de la comunidad internacional por la soberanía ucraniana. Sin embargo, la votación también evidenció divisiones, ya que varios países optaron por abstenerse o votar en contra, reflejando las complejidades políticas y las alianzas estratégicas en juego. Un incidente notable fue el voto accidental de Serbia a favor de la resolución, lo que llevó al presidente serbio, Aleksandar Vucic, a disculparse públicamente, enfatizando la intención original de su país de mantener una posición neutral.
La Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU titulada «El camino hacia la paz» es una acción sin precedentes, el Consejo de Seguridad aprobó una resolución que aboga por el cese inmediato de las hostilidades y la búsqueda de una paz duradera entre Ucrania y Rusia. No menciona algún agresor. La viceministra de Asuntos Exteriores de Ucrania, Mariana Betsa, criticó el hecho de que la resolución no clasifique explícitamente las acciones de Rusia como agresión. “En primer lugar, me gustaría expresar nuestra profunda gratitud a todos los Estados miembros de la ONU que hace apenas unas horas apoyaron la resolución pertinente de la Asamblea General de la ONU”, dijo. Sin embargo, añadió: “No podemos decir lo mismo con respecto a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU”.
Exactamente, estamos presenciando una reconfiguración del poder global, donde las reglas del juego ya no giran en torno a ideologías o democracias, sino a recursos estratégicos y la capacidad de influencia real en el mercado global. ¿Se está configurando un mundo exmultilateral para pasar a uno Tripolar: Estados Unidos, Rusia y China?
Lo que sí se está configurando es un cambio: un capitalismo de supremacía, basado en el dominio de un nuevo recurso natural aunado a la inteligencia artificial. En este escenario, las alianzas estratégicas se fortalecen con una prepotencia nunca vista. El Reino Unido, con su acuerdo de 100 años con Ucrania, firmado por Zelensky, se ha alineado con la UE, que ahora ha declarado abiertamente su interés en las tierras raras. La UE de los 27 se está encaminando en consolidar su unidad, dejando atrás supremacías ficticias y divisiones internas. Como ha sucedido a lo largo de la historia, ante una amenaza externa, la unión es la única solución. No es diferente de lo que ocurrió en el pasado: cuando Florencia fue excomulgada por el Papa Sisto IV, pero al ver la amenaza de la llegada de los musulmanes desde Constantinopla, dejaron de lado sus conflictos internos, se unieron y vencieron
La historia se está escribiendo ahora mismo, la estamos viendo casi impasibles. Sin protestas, sin resistencia real, sin reacción pública o política. El capitalismo de supremacía ha trazado ya las líneas de batalla económicas y estratégicas del siglo XXI, y en este nuevo orden global, quien controle los recursos estratégicos dominará las próximas décadas. La UE debe defender Ucrania.