En la última audiencia del 27 de julio, Castillo habló, sostuvo que él estaba acompañando a su esposa e hijos “a la embajada de México por los hechos que venían sufriendo”, le pidió a Aníbal Torres que le acompañara. Luego le comunicaron que debían llevarlo a la prefectura. Castillo, esta vez sin sombrero, preguntó “Dígame señor Magistrado ¿eso no es un secuestro?”.
En el razonamiento de Castillo no hay secuencia lógica en su vida, cada hecho camina singularmente. No menciona que, apenas una hora antes, había dictado un Mensaje a la Nación, y aunque su abogado extranjero sostenga que no cumplió las formalidades para llamarse “Mensaje a la Nación”, él estaba vestido con el máximo cuidado y formalidad, con tanto de banda presidencial, el canal 7 grabando. Según Castillo lo apresaron por querer acompañar a su familia a la Embajada de México. ¡Cuánto mal ha hecho Relaciones Exteriores y el ministro de turno! ¿Landa? En emitir un salvoconducto con consecuencia legales y procesales. Con esa familia en Lima, sabríamos hasta los calcetines que la esposa colocó en la maleta. Ya se fueron. Ahora Castillo, quien ha requerido dos años para “construir una verdad”, vive aterrorizado si renuncia su abogado extranjero.
Castillo nos ha dejado a Dina Boluarte, quien carga la responsabilidad de 60 jóvenes muertos, protestas de familiares en las calles y la ausencia de Congresistas en su discurso. Se agrega la acusación de violar la Constitución por favorecer la gestión del gobernador regional de Ayacucho a cambio de relojes lujosos, aretes de oro y una pulsera de alta gama. Sin embargo, ella cada vez se afianza más en el cargo, tiene apoyos que la hacen sonreír, segura de pasarla franca. El Economist sostiene, sin apasionamientos como podrían ser los míos, que ella no gobierna, ha cedido al Congreso su función. Este 28 de Julio, ha leído por cinco horas las 80 páginas redactadas con varias autorías, se dio aire para aconsejar a su ejecutivo celeridad.
Sin embargo, lo intrincado es que tanto Dina como Castillo, actúan sin conexión con la realidad. Ella acoge a su hermano, Nicanor Boluarte en el palco del Congreso, acusado de ser presunto cabecilla de la organización criminal “Los Waykis en la Sombra» dedicada al nombramiento ilícito de prefectos y subprefectos en regiones a cambio de firmas para la inscripción del partido Ciudadanos por el Perú. Nicanor ha sido detenido por organización criminal y tráfico de influencias en agravio del Estado, en su camino a la liberación se verificaron casos de corrupción de fiscales. Desde mayo de 2024, es libre porque la decisión judicial “no cumple los requisitos que establece el Código Procesal Penal …..”.
Surge a todas luces una cuestión moral: actúan sabiendo que sus actos son corruptos, e intentan justificarlos para salir impunes. Señalamos, por ejemplo, a Darwin Espinoza quien utiliza personal del Congreso en horario laboral para construir su partido verificando identidades gracias al acceso a RENIEC. Aunque enfrenta 12 años por malversación de fondos, niega su responsabilidad y la revierte sobre sus colaboradores. Negociados entre Congresistas por votos, justificados como “actuar la política”, perpetúan la corrupción y socavan los esfuerzos por establecer una ética política robusta.
Las normas y formalidades no las toleran, llegando al extremo de la destrucción del Estado. Antauro Humala, está más cercano a Sendero Luminoso que a la democracia, es un ejemplo de esto. Esa democracia que los venezolanos añoran mientras una banda se apropia de su país. Justificaciones como “antes lo han hecho”, perpetúan la corrupción y socava los esfuerzos por establecer una ética política robusta. Otros, se victimizan en base a diferencias raciales o injusticias históricas, estas acciones sólo dividen a la sociedad y envía un mensaje de que la corrupción es aceptable.
Es urgente analizar la “Cuestión Moral” que implica integridad y transparencia. Debe promover una ética política inclusiva y universal. La corrupción y la falta de moralidad deben ser condenadas en todas sus formas para construir una política basada en la integridad y el servicio al bien común. Los Congresistas y la plancha presidencial han sido votados para administrar el Estado, no para saquearlo.
La historia reciente demuestra que si no se resuelve la “Cuestión Moral” se corroen las bases del Estado y la sociedad se desilusiona, especialmente los jóvenes quienes quieren irse para no volver. Esto es grave pues si existe una esperanza, es el retorno de los PEX, (peruanos en el exterior) quienes con su experiencia pueden cambiar esta mentalidad.
Que la homilía del Arzobispo de Lima no sea vana: “Les pido de corazón, muchachos y muchachas, tengan siempre en cuenta que ser peruano es una vocación innata a la cual se regresa una y otra vez. Y es mejor regresar para aportar con lo que aprendan afuera que quedarse allá para siempre. Estamos entrando en un camino formativo de nuevas agrupaciones pacificadoras y creativas. En todos los niveles se va gestando un pensamiento y una mirada hacia el Bien Común de la Patria”.
La ética y la moral en la política son esenciales para la estabilidad y la confianza en el sistema político. Los ejemplos históricos y actuales muestran cómo la falta de integridad puede llevar a crisis de confianza y cambios radicales en el panorama político. Promover la transparencia y la coherencia entre palabras y acciones es crucial para mantener la legitimidad y la efectividad en el liderazgo político.
José Andrés Razuri, como menciona el Arzobispo de Lima, tuvo la genial iniciativa de dar una contraorden y movilizó el Batallón de los Húsares del Perú, a pesar de la orden de retirada de Bolívar, venciendo en la Batalla de Ayacucho. Debemos enfrentar y superar la mentalidad de los corruptos. La normalidad del peruano no puede ser la falta de moral. Debemos ser la conciencia moral del futuro Perú, y no permitir que la corrupción y la indiferencia sigan erosionando nuestra sociedad. No podemos aceptar un sistema donde la falta de ética se vuelva la norma. Es hora de actuar con integridad y luchar por un país más justo y transparente.