Desde la ciudad del Vaticano los saluda cordialmente el Padre Carlos Javier D. Vega, buen día.
“No conviertan en un mercado la casa de mi Padre”, fueron las palabras de Jesús escuchadas en el Evangelio de este domingo 4 de marzo y que el Papa Francisco utilizó para ofrecer su reflexión previa al rezo del Ángelus.

La acción Jesús de expulsar a los vendedores del templo de Jerusalén, dijo el Papa, suscitó gran impresión a la multitud, pero ¿cómo debemos interpretarla? Ciertamente no fue una acción violenta, comentó el Santo Padre, puesto que no provocó la intervención de las fuerzas del orden. Más bien, fue entendida como “una acción típica de los profetas, quienes denunciaban en nombre de Dios, los abusos y los excesos”. De hecho el evangelista san Juan, utilizó el versículo 17 del Salmo 69 para interpretar este gesto de Jesús: “el celo de tu casa me devora”; el celo de Jesús, enseñó el Sumo Pontífice, es un celo que no lleva a la violencia, se trata más bien de un celo de amor que lo lleva al sacrificio de sí mismo.

“¿Qué signo nos muestras para hacer estas cosas?”, le preguntaron a Jesús. “Destruyan este templo – respondió – y en tres días lo reconstruiré”. Y el evangelista apunta: “Él hablaba del templo de su cuerpo”. El Papa Francisco, entonces, explicó que con la Pascua de Jesús comienza el nuevo culto en el nuevo templo, el culto del amor en el templo nuevo que es el mismo Jesús.

“Este comportamiento de Jesús, expuso el Santo Padre, nos invita a vivir no en la búsqueda de nuestros intereses, sino para la gloria de Dios que es amor”. Las palabras “no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”, nos invitan a oponernos hacer de nuestra propia alma también un mercado, dijo el Papa. Y alertó sobre el grave peligro de querer cultivar intereses privados cuando se hacen las buenas obras, es decir, tratar de instrumentalizar a Dios mismo o al culto que le es debido o incluso el servicio a los hombres, para el provecho personal.

Posteriormente, el Papa Francisco rezó a la Virgen María para que nos sostenga en el compromiso de hacer de esta Cuaresma “una buena ocasión para reconocer a Dios como único Señor de nuestra vida”, quitando en nosotros cualquier forma de idolatría.

Al final, después del rezo del Ángelus, el Santo Padre saludó a los más de veinte mil fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, especialmente algunos que venían de Andalucía, así como a un grupo de jovencitos que recientemente recibieron el sacramento de la Confirmación, a quienes les animó vivamente para que sean testigos alegres del Evangelio, especialmente entre sus coetáneos.

Aprovecho la ocasión para recordar que el pasado sábado 3 de marzo fue publicado el decreto por el que el Sumo Pontífice Francisco estableció que sea inscrita en el Calendario litúrgico Romano “la Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia” y se celebre cada año el día siguiente a la Solemnidad de Pentecostés, que este 2018 será el lunes 21 de mayo. Esta celebración – reza el decreto – “nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico y en la Virgen oferente”. Cruz, Eucaristía, Virgen Madre.
Gracias por la atención. Hasta la próxima. Dios los bendiga.