Bienal de Venecia. México. Nos alejábamos, siempre regresábamos.

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Nos alejábamos, siempre regresábamos

Sin mirar atrás. Es así como viaja el migrante cuando deja su casa para no quedarse anclado en el pasado, transformado en sal como Edith, quien, según un paso de la biblia, fue advertida y no pudo evitarlo, el migrante, perennemente extranjero, desea y quiere volver a regresar a algo que no existe más, y al mismo tiempo no termina nunca de pertenecer a ningún lugar.

En el 2019, Erick Meyenberg, artista mexicano de origen alemán y libanés, ha reunido una familia alrededor de una mesa en la campaña del norte de Italia para celebrar un ritual de coexistencia entre celebración y luto. La familia Doda ha emigrado hace más de treinta años de Tirana, la capital de Albania, en Italia, un País en el cual se ha integrado sin perder sus propias tradiciones, realizando una inmersión en la cultura local y conservando al mismo tiempo los vínculos más profundos con su propia tierra de origen. La particularidad de aquella vida familiar y sus costumbres personales son lo que el artista traduce en esta videoinstalación con una estrategia estética y conceptual dirigida a comunicar las cosas únicas que nos unen en nuestra singularidad de seres humanos: modos de honrar, amar y faltar, gestos y emociones que son primordiales para todos nosotros.

Así, una silla vacía, dejada en el video, es el depósito de otro ritual: el encender una vela en espera del regreso de alguien que se va, una referencia histórica a las tradiciones albanesas del parque público Lëndon y Lotëve (el prado de las lágrimas).

Nos alejábamos, regresábamos siempre evoca de manera poética ya sea el viaje del migrante, así como la posibilidad del enraizamiento momentáneo alrededor de una mesa. Momentos reales en su condición cíclica entre gratitud y dolor, que van y vienen entre lo que ha sido adoptado y lo que continua a estar perdido. Es también un homenaje a quien no ha llegado o está por llegar a una nueva realidad de vida. Una invitación a la apreciación del extranjero para imaginar conexiones desde lo común más íntimo: un guiño, un beso, una caricia o un adiós como vitalidad compartida, más allá de las coordinadas o de los límites.