Desde la antigüedad, el ser humano, en la búsqueda de su esencia y trascendencia, ante su fragilidad, debe protegerse del mal. Los males son de diferentes tipos. El más común es el que nos procuramos entre los seres humanos, del cual somos responsables, que pueden desembocar en conflictos y guerras, son los denominados daños morales, actuados bajo nuestro libre arbitrio. Hay otro mal, que todos soportamos inevitablemente, son los desastres naturales, terremotos, aluviones, de los cuales no nos podemos liberar, pero, nos obligan a responsabilizarnos, podemos evitar la muerte si utilizamos el razonamiento con sensatez, eligiendo dónde vivir, dónde y cómo construir, aunque, los imponderables pueden siempre prevalecer. Otro mal, del cual tampoco se puede fácilmente escapar, que requiere disciplina y gran cuidado, son las pestes, como la última que hemos vivido: el COVID.
En Milán, ciudad que cultiva la belleza en la construcción de piezas únicas que son destinadas a generar tendencia en la moda, con su imponente catedral gótica o el convento Santa Maria delle Grazie y su mural «la última cena» de Leonardo da Vinci, la ciudad de la Opera, donde tiene sede la Bolsa de Valores, una ciudad que es el motor de la economía italiana, esta epidemia causó estragos, no sólo de vidas humanas, sino de reflexión ante la sabiduría popular que sostiene “todos somos hijos de la muerte”. La fragilidad humana se hizo evidente.
Existe una distancia entre lo que esperamos y lo que nos sucede. En cuanto a desastres naturales, el terremoto de Lisboa de 1755 en el “día de todos los santos” dio lugar a un cambio de pensamiento en Europa, ni prevaleció la búsqueda del culpable, ante un hecho que el hombre no puede controlar propugnado por la poderosa iglesia católica del tiempo, como sucedió en 1531 culpando a los judíos por el terremoto de ese entonces, ni prevaleció la primera versión del iluminismo donde el hombre es dueño de todo mediante la razón ¿por qué Dios admite un daño similar? ¿vivimos en el mejor de los mundos?
De esto también nos habla Manzoni, del mal moral y del mal de la peste, con la esperanza, que al final, el bien prevalezca. Hace ciento noventa y seis años, Alessandro Manzoni publicó “Los Novios” – “I Promessi Sposi”, una novela de lectura escolástica obligatoria, la trama tiene lugar en la Lombardia entre 1628 y 1630, cuando estaba bajo la dominación española. Dos jóvenes, Renzo y Lucia, quieren casarse, viven una serie de vicisitudes por la imposición de Don Rodrigo de negar al sacerdote Don Abbondio la autorización para celebrar el matrimonio. Don Rodrigo, el señor del lugar, se había enamorado de Lucia, hasta ordena raptarla. Esto sucede en una Lombardia en guerra y con la peste, será precisamente la peste, la causa de la muerte del prepotente Don Rodrigo. Finalmente, Renzo y Lucia se casarán.
En la sala María Teresa de Austria de la Biblioteca Nacional Braidense en Milán, con motivo del 150° aniversario de la muerte de Alessandro Manzoni, en la sede que conserva el Fondo Manzoniano que contiene miles de documentos, libros, apostillados, autógrafos y cartas, se realiza la Muestra “Manzoni 1873 – 2023. La peste orribile flagelo tra vivere e scrivere”. Una Muestra que contiene 114 obras, libros, diseños, incisiones. Esta Muestra abre los festejos en honor de Manzoni que durarán todo el año.
Entre los eventos se debe destacar, el 22 de mayo, el día exacto de la muerte de Alessandro Manzoni. En los pasillos del Duomo, se dará lectura a la novela “Los Novios” y seguirá una interpretación especial del Réquiem de Giuseppe Verdi con la Orquesta Sinfónica de Milán.
Conversando con la directora Marzia Pontone, me explica que eligieron este tema porque “después de tres años, desde el inicio de la pandemia, era importante narrar Manzoni, con una mirada a la actualidad, porque Manzoni es capaz de hablarnos ahora, por ello, el tema de la peste, entre tantos otros temas, fue el elegido ya que produce en los visitantes el sentimiento del recuerdo y da paso a una reelaboración de lo que ha sido la pandemia.
Un tema de gran importancia, un objetivo y necesidad de los Institutos de Cultura es ser lugares donde se vuelve a pensar en las experiencias y, esto se hace, a través de los grandes de la literatura, de las obras de arte, la cultura acompaña al hombre a volver a comprender lo que ha vivido y a tener una mirada más profunda y real sobre su experiencia.
Además, cualquier dificultad que se haya vivido en los tiempos de la pandemia, el dolor, el cansancio, lo hemos visto, la respuesta es siempre la solidaridad. Si pensamos en la solidaridad de los operadores sanitarios, la atención de los médicos, en los hospitales, hacia las personas que enfrentaban el dolor, ahora, lo hemos visto en la historia y lo vemos hoy, se repite. Desde Homero a nuestros días actuales. La historia es larga”.
En efecto, es larga la historia donde el mal es abatido, cuando se aprende del sufrimiento, cuando todo es un volver a comenzar.