Uruguay, la democracia en acción (primera parte)

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En pocos días más, se dará inicio en Uruguay a un ciclo electoral que renovará completamente a las autoridades del país, desde la presidencia hasta los municipios. El 30 de junio se realizan las internas de los partidos, que son simultáneas y obligatorias, aunque con voto voluntario, para elegir un único candidato a presidente por partido. El 27 de octubre, se celebran las presidenciales y parlamentarias, con voto obligatorio, y el 24 de noviembre la segunda vuelta. Y en mayo del 2020, se culmina el ciclo con las elecciones departamentales y municipales, también con voto obligatorio.

El uruguayo es el sistema político y de partidos más antiguo de América Latina, y uno de los primeros del mundo. A partir del enfrentamiento armado en 1836 entre las fuerzas del presidente Oribe y del ex presidente Rivera, surgen los movimientos políticos de “Blancos” y “Colorados”, que, si bien no pueden considerarse formalmente

en su inicio como partidos políticos hasta después de la Constitución de 1918, sí que se reconocen por todos los historiadores como “partidos tradicionales” en términos reales desde el siglo XIX, y en este sentido, cuentan ya con acreditados 183 años en que gravitaron y ejercieron el poder. De hecho, los colorados gobernaron en siete oportunidades entre 1936 y 1865, y luego ininterrumpidamente entre 1865 y 1958. Y nuevamente, por tres veces después de la dictadura (Sanguinetti 1985 y 1995; y Batlle 2000).

El origen de la denominación de estos dos partidos, presentes hasta hoy en la sociedad uruguaya, aparte del tipo de fuerzas y concepciones políticas que representan desde entonces -y que se han ido adaptando a los tiempos, pero conservando cada uno su impronta inicial, difícil de clasificar en las típicas corrientes de derecha, centro e izquierda- es sui generis: las fuerzas de Oribe, defensoras del gobierno, usaban una divisa o cinta de color blanco  -de ahí la denominación, que se utiliza hoy al mismo tiempo que la de “Partido Nacional”– mientras que las fuerzas de Rivera utilizaron una divisa o cinta de color rojo, y de ahí la denominación de “Partido Colorado” que se usa también hasta hoy en día.

El “bipartidismo” fue la constante en la vida política uruguaya hasta el nacimiento del Frente Amplio (1971), triunfante en las tres últimas elecciones. Pero una particularidad destacable del sistema político del país, que explica la solidez de su democracia -excepción hecha del quiebre institucional con la dictadura entre 1973 y 1985- es la forma en que constitucional y legalmente se procesan las tendencias al interior de los partidos, de manera que las corrientes internas, incluso enfrentadas, tienen una forma de expresión y una posibilidad de emerger durante las primarias legales presidenciales, y en las candidaturas departamentales y municipales, mediante un sistema de votación complejo que permite mayor diversidad sin romper con la unidad del partido.

De hecho, al decir de Oscar Bottinelli, uno de los principales analistas políticos del país, el sistema electoral uruguayo es tan complejo, que incluso la mayoría de los electores no lo entienden. Eso, pese a que después de la última reforma constitucional se simplificó bastante. En todo caso, en mi opinión, es mucho más adecuado a las necesidades de gobernabilidad que el chileno. El actual sistema uruguayo es muy original y propio, pero asegura estabilidad institucional y anula posibilidades de quiebres como el que le ocurrió en 1973. Según Bottinelli, no es totalmente presidencial pero tampoco totalmente parlamentario. Es semi-presidencial y semi-parlamentario, lo que puede resultar difícil de comprender efectivamente, pero a los uruguayos les funciona.

Hace tiempo que el bipartidismo que rigió de hecho en el Uruguay, dio paso a un pluripartidismo. Frente al ciclo electoral que se inicia, hay partidos que han tenido o tienen participación en el gobierno: el Frente Amplio (integrado por varios partidos y movimientos, como el Partido Socialista, La Democracia Cristiana, Partido Comunista, entre otros); el Partido Blanco; Partido Colorado; el Partido Independiente. Y otros 22 partidos o movimientos que están presentes a nivel departamental o municipal. Sí quisiéramos encontrar algunas similitudes de los partidos uruguayos con el chileno, podemos señalar que el Frente Amplio uruguayo es muy similar a la Concertación y la Nueva Mayoría, y no tiene que ver, salvo en el nombre, con su homónimo chileno. La alianza de socialistas, comunistas, democristianos y otros movimientos de centro y de izquierda, incluso procedentes de los dos partidos tradicionales, ha sido un factor de estabilidad y crecimiento con equidad. Por otra parte, si bien podríamos asimilar al Partido Colorado, más bien liberal, con Renovación Nacional, incluso este partido, después del presidente Batlle y Ordóñez, conserva un interesante equilibrio entre el rol del estado y la economía liberal y un respeto por el “estado del bienestar”. El Partido Nacional (Blanco), de raíz rural, socialcristiana, es miembro de la Organización Demócrata Cristiana de América, y tiene un perfil social, también partidario del estado del bienestar y de un rol importante del Estado. Y otros movimientos, cual más cual menos, como se dice muchas veces en conversaciones coloquiales, son todos estatistas-liberales, excepto los de la extrema izquierda, pero que no gravitan mayormente.

(sigue…….)