Jeff Bezos se casó el sábado 29 de junio de 2025 en la isla de San Giorgio, frente a la Plaza San Marco, específicamente en la iglesia de la Madonna dell’Orto (1,400 d.C.), la Iglesia es un cofre que custodia el tesoro de las obras maestras de Tintoretto y también su tumba.
Jeffrey Preston Jorgensen nace el 12/I/’64, su madre, Jacklyn Gise lo tuvo a los 17 años. Jorgersen pronto salió de sus vidas. Jacklyn se casó con un migrante cubano Miguel Bezos quien adoptó a Jeff y le dio su apellido. Es Jeff Bezos.
Graduado como Ingeniero eléctrico con honores, constató el rápido crecimiento de internet, se mudó a Seattle donde fundó Amazon y trabajó en el garaje de su casa, vendía libros, luego música y electrónica. Entró en la Bolsa en 1997, de ahí un multiplicarse de empresas, AWS, Blue Origin, Bezos Earth Fund, todas exitosas. En 2021 renunció como CEO de Amazon, dejando en su lugar a Andy Jassy, para dedicarse a sus proyectos personales y filantrópicos. Posee una fortuna estimada en 120 mil millones de dólares.
Es un visionario que ha revolucionado el modo de comprar, también el modo de conocer el espacio, ahora, la recuperación del medio ambiente. Inicialmente, se le acusó de la bancarrota de las librerías. Eligió con su novia, la periodista Lauren Sánchez, casarse en Venecia, no por casualidad: ambos han realizado el «sueño norteamericano», casarse en medio a las góndolas, en la ciudad más histórica y linda del mundo, donde el ingenio humano está siempre presente, en el 2024 se celebraron los 700 años del nacimiento de Marco Polo. Venecia la ciudad que fue centro del comercio mundial, símbolo del refinamiento, del poder y de la decadencia, ahí, Bezos y Sánchez sellaron el inicio de su historia matrimonial, un romance que inicio cuando ambos estaban aún casados con otras parejas. La relación viene a la luz en 2019 y de todos los mensajes enviados de Bezos a Sánchez, nos quedamos con este «Tu energía e ideas, tu competencia y ESPÍRITU me encienden. Me haces ser mejor. Estás destinada para mí».
Reacción «a la italiana» por el matrimonio en Venecia
¿Cómo recibieron la noticia los italianos? ¿los venecianos? Los venecianos protestaron, no lo querían en su ciudad: “Fuera Bezos”, «No hay espacio para Bezos», y tantas otras frases de protesta decían las pancartas. ¿Qué reclamaban exactamente? Algunos denunciaban la privatización de espacios públicos, otros la desfiguración de la ciudad, y otros simplemente no soportaban la arrogancia del millonario. Pero bajo la superficie, había algo más: la contradicción de una ciudad que depende del turismo y a la vez lo detesta, que vive del deseo de otros pero no se atreve a mirarse al espejo.

Venecia no se está muriendo solo por la subida del mar. Se está deshabitando desde hace décadas por otras razones: jóvenes que se van por falta de oportunidades, alquileres inaccesibles, trabajo estacional y mal pagado, barrios transformados en hoteles sin alma.
Ya había sucedido antes, cuando los jóvenes emigraban a EE.UU. o Inglaterra para escapar de las pestes, de la humedad y de las inundaciones. Hoy se van por Airbnb, por el costo de la vida y porque Venecia se volvió un decorado donde los verdaderos actores ya no tienen guión. La gran obra del MOSÈ logró contener las mareas. Pero no detuvo la expulsión social. Venecia ya no expulsa por pestilencia, tras décadas de haber combatido el agua, enfrenta otra inundación: la del turismo globalizado, el lujo blindado, los eventos espectaculares que venden una idea de ciudad mientras los residentes hacen las maletas.
Bezos, por su parte, no rompió ninguna regla. Pagó lo que debía, generó ingresos para la ciudad, y elevó la marca Venecia a escala planetaria, al lujo planetario. Supo perfectamente lo que hacía: tocar esa fibra ambigua que define a la cultura italiana: el amor/odio por el dinero, la fascinación por los norteamericanos, la vieja gratitud silenciosa por haberlos salvado de la guerra.
Su boda fue también un mensaje: aquí está el hombre más rico del mundo, celebrando en el corazón de la vieja Europa, mientras el mundo lo mira. Unir el dinero a la cultura, pura adrenalina.
¿Y acaso no hay millones de italianos que sueñan, aunque sea en secreto, con casarse “a lo grande” en Venecia?
Venecia, dejando atrás su vena aorta que lleva una mezcla de anarquía y envidia, su municipalidad cobra el ingreso a todo común mortal que pretende visitarla. Este matrimonio le ha dado una entrada de casi 957 millones de euros, el equivalente aproximado del 68% del presupuesto turístico anual de Venecia. En gastos directos de los huéspedes quienes llegaron en aviones privados saturando el aeropuerto de Venecia y también con yates, además de los cinco hoteles completamente reservados, además, los ex-marines norteamericanos contratados como seguridad, esos gastos directos equivalen a 28,4 millones de euros. Los gastos indirectos, servicios y transporte, equivalen a 17,6 millones de euros.
Bezos ha donado 3 millones de euros para cuidar Venecia, la cifra fue recibida con jolgorio por las autoridades locales.
Pero el punto de fondo queda, más que lamentarse por quien tiene dinero y lo invierte en una boda escenográfica o en una nueva empresa espacial, tal vez habría que preguntarse ¿qué diferencia existe entre los marcos normativos europeos —que muchas veces traban o ralentizan la innovación— y los norteamericanos, que en cambio estimulan, protegen y financian a un joven que trabaja en el garaje de su casa?
Porque de eso se trata: «de una sola idea…..llevada a cabo con visión y constancia.” Una idea que a Jeff Bezos le abrió las puertas de su fortuna, pero también transformó la vida de millones de personas en el mundo. Si Amazon no funcionase, la gente no compraría en Amazon. Y si Bezos está donde está, es porque supo leer su tiempo mejor que nadie. Criticarlo por tener éxito…. es fácil. Comprender las condiciones que hicieron posible ese éxito, y pensar en cómo replicarlas en nuestros países, es el verdadero reto.