El rey Abdullah II de Jordania, después de cinco años ha vuelto a la plenaria del Parlamento Europeo. En un momento crítico marcado por un inesperado ataque aéreo de Israel a Irán, motivado por la carrera iraní hacia la bomba atómica que, según Israel, este debe frenar.
Lo recibió la presidenta del Parlamento europeo la maltesa Roberta Metsola, quien recordó que hace diez años en la misma sede, desde su curul ella escuchó al entonces ya Rey Addullah II, quien, frente a los horrores de lo AES dijo «el mundo se enfrentaba a un ataque por parte de grupos terroristas despiadados. Nos dijo: Su objetivo es el poder, no la fe, no la fe. El poder que obtienen al desgarrar a comunidades y al crear el sufrimiento y sembrarlo por todo el mundo».
Asimismo recordó que hace cinco años, cuando el mundo enfrentó otra crisis, él en la misma sede recordó a todos «que una vida dedicada al servicio a los demás es una vida plenamente vivida. Solamente si cumplimos con las expectativas de las personas que representamos.»
Luego de felicitarle por los esfuerzos que tanto él como su país están realizando «por la paz en Oriente Medio…. por los esfuerzos esenciales de su país a la hora de reducir las tensiones regionales y luchar por un alto al fuego en Gaza. Su apoyo a Cisjordania… «
Recordemos que el Rey Abdullah ha facilitado la ayuda humanitaria, ha apoyado a los refugiados sirios y palestinos así como su perenne compromiso por la solución de dos estados para una paz duradera. El G7 ha reiterado estas semanas que Irán no debería tener la bomba atómica.
Metsola concluyó su bienvenida al Rey Abdullah II invocando un reforzamiento de «nuestras relaciones y cerrar filas entre Europa y Oriente Medio para poner fin a esta escalada. Su Majestad, Jordania no solamente es un gran amigo de este Parlamento, sino que es un socio esencial para la Unión Europea. Nuestros pueblos vienen de distintos países, como verá. Tienen distintas perspectivas e historias, pero al fin y al cabo todos queremos lo mismo. Queremos paz, seguridad y una oportunidad de futuro.»
Recordemos que acaba de ser firmado un acuerdo de Asociación estratégica Unión europea – Jordania
A continuación las palabras del Rey Adullah II de Jordania.
«Queridos amigos, hace cinco años me encontraba en esta tribuna y hablaba de la urgente necesidad de encontrar soluciones políticas a los conflictos, de restablecer la confianza en la justicia mundial y de ayudar a las personas, especialmente a los jóvenes, a encontrar esperanza y oportunidades. Desde entonces, múltiples convulsiones políticas, tecnológicas y económicas han puesto a prueba nuestra comunidad internacional. Una pandemia mundial, nuevas amenazas a la seguridad, una aceleración tecnológica sin precedentes, la desinformación desenfrenada y exacerbada, una guerra encarnizada en Ucrania y una cruel en Gaza.
Y ahora los ataques contra Irán, que amenazan con ser una peligrosa escalada de tensiones en mi región y más allá de ella. Estamos viviendo una oleada tras otra de perturbaciones sin treguas. No es extrañar que nuestro mundo se sienta desorientado, como si hubiera perdido su gravedad moral.
Las reglas se desmoronan. La verdad cambia cada hora. El odio y la división prosperan.
La moderación y los valores universales pierden terreno frente a los extremos ideológicos. En medio del caos, corremos el riesgo de olvidar quiénes somos y qué es lo que defendemos. Pero es precisamente en estos momentos cruciales de la historia, cuando debemos reafirmar nuestro compromiso para con nuestros valores.
Porque cuando el mundo pierde sus referencias morales, perdemos nuestro sentido común del bien y del mal, de lo que es justo y lo que es cruel. Y cuando eso ocurre, los conflictos nunca tardan en aparecer. La historia nos enseña que las guerras rara vez se libran solo por el territorio, son batallas por visiones del mundo, por las ideas e ideales que darán forma a nuestro futuro.
Europa lo entiende perfectamente. Después de la Segunda Guerra Mundial tomó una decisión, no sólo reconstruir sus ciudades, sino también sus pilares fundamentales. Los ciudadanos de Europa estaban decididos a dejar el pasado en el pasado y construir una nueva era de paz.
Eligieron la dignidad humana por encima de la dominación, los valores por encima de la venganza, el derecho por encima de la fuerza, la cooperación por encima del conflicto. Tras la guerra, Europa se dio cuenta de que la verdadera seguridad no reside en la fuerza de los ejércitos, sino en la fuerza de los valores compartidos y que la paz impuesta por la fuerza o el miedo jamás durará. Del mismo modo decidieron reconocer que lo que tenían en común era mucho más de lo que les diferenciaba.
Hoy nuestra comunidad debe hacer lo mismo. Sabemos que las disputas y las diferencias son una realidad humana, que los retos a los que nos enfrentamos solo se van a ir haciendo cada vez más complejos y que las perturbaciones son el sello distintivo de nuestra época. Lo que importa ahora es cómo las afrontamos y cuáles son los valores en los que nos basamos.
A lo largo de la historia árabe y europea, el respeto, la responsabilidad, la buena voluntad y la buena fe han guiado las colaboraciones que han conducido a nuestro bien común y que pueden guiar también nuestra respuesta a los retos actuales. Desde esta tribuna y desde otras muchas en las últimas décadas, he tratado de poner de relieve los valores que compartimos, muchos de ellos arraigados en nuestras diferentes religiones, el islam, el cristianismo, el judaísmo, los valores de la compasión, la justicia y la igualdad, las enseñanzas morales que nos han sido transmitidas de generación en generación y que nos exportan, exhortan a amar a nuestro prójimo, a proteger a los niños y a los inocentes, ayudar a los pobres y a los heridos, a cuidar de la tierra, de Dios y mucho más. En Jordania, nuestra firme creencia en estos valores comunes, arraigados en nuestra historia, en nuestro patrimonio, impulsa nuestros principios nacionales de tolerancia y respeto mutuo.
Nos enorgullece ser el lugar donde se bautizó a Jesucristo, la paz con él, en Jordania, más allá de Jordán. Nuestro país musulmán es el hogar de la comunidad cristiana histórica y todos nuestros ciudadanos participan en la construcción de nuestra nación. El mismo llamamiento a la buena voluntad subyace en la costumbre al límite de los lugares sagrados musulmanes y cristianos en Jerusalén, cuya identidad histórica y multirreligiosa nos hemos comprometido a proteger ante cualquier ataque.
De hecho, nuestro compromiso se hace eco de una promesa hecha al pueblo de Jerusalén hace muchos siglos, el Pacto de Omar. Ordenaba a los musulmanes a respetar y proteger las iglesias, a no dañar a ningún sacerdote y matar a ningún niño, mujer o anciano. Mil años más tarde, los convenios de Ginebra universalizaron esos principios.
Los acontecimientos recientes los han puesto en tela de juicio, pero debemos garantizar que estos valores y principios resistan el paso del tiempo y las turbulencias. Queridos amigos, la última vez que estuve en esta casa compartí mi convicción de que siempre hay una versión mejor de nosotros mismos a la vuelta de la esquina. Hace 80 años ustedes dieron ese paso, eligieron una Europa mejor y durante mucho tiempo las decisiones que tomaron contribuyeron a configurar un mundo más estable y basado en esos principios.
Hoy este mundo está en declive moral, una versión vergonzosa de nuestra humanidad se está desarrollando antes nuestros propios ojos en tiempo real y nuestros valores globales se están desmoronando a un ritmo alarmante con consecuencias devastadoras. En ningún lugar, esto es más evidente que en Gaza, un lugar en el que el mundo se ha encontrado en innumerables encrucijadas, cada una de ellas una oportunidad para convertirse en algo mejor y una y otra vez ha fracasado en el primer intento. Remontémonos al 2023, los primeros ataques y redadas israelíes contra el hospital de Gaza provocaron conmoción e indignación en todo el mundo.
Desde entonces, la Organización Mundial de la Salud ha documentado casi 700 ataques contra instalaciones sanitarias de Gaza. ¿Cómo es posible que lo que se consideraba una atrocidad hace tan solo 20 meses se haya convertido en algo tan habitual que apenas se perciba? ¿Qué versión de nuestra humanidad permite lo impensable, que se convierta en rutina, que se utilice el hambre como arma contra niños, que se normalice atacar a los trabajadores sanitarios, los periodistas, los civiles que buscan refugio en los campamentos? 20 meses, eso debería alarmarnos a todos, pero no sorprendernos, porque cuando nuestra comunidad global no logra salvar la brecha entre los principios y la acción, cuando los valores no se aplican, se convierten en performativos abstractos y prescindibles. Nos encontramos en otra encrucijada decisiva en nuestra historia, una que exige una elección, el poder o los principios, el imperio de la ley o el imperio de la fuerza, el declive o la renovación, porque eso es lo que está en juego para todos.
No se trata solo de Gaza y no se trata de una situación política más, es una lucha por quienes somos como comunidad global y en quienes nos convertiremos. Es probable que este año sea un momento de decisiones cruciales para todo el mundo. El liderazgo de Europa será vital para elegir el camino correcto y pueden ustedes contar con Jordania como su socio incondicional.
Hoy tenemos dos ámbitos de actuación esenciales. En primer lugar, apoyar el desarrollo, porque un Oriente Medio próximo crea oportunidades que nos benefician a todos, pero como hemos visto una y otra vez, esa realidad tiene dos caras. Cuando la esperanza se desvanece, las consecuencias se extienden más allá de las fronteras.
En segundo lugar, una acción firme y coordinada para garantizar la seguridad mundial. Nuestra seguridad mutua no estará garantizada hasta que la comunidad internacional actúe, no solo para poner fin a la guerra de tres años en Ucrania, sino también al conflicto más largo y destructivo del mundo, que dura ya ocho décadas, el conflicto palestino-israelí. Porque, queridos amigos, los palestinos, como todos los pueblos, merecen el derecho a la libertad, la soberanía y sí a tener un Estado.
Lo que está ocurriendo en Gaza hoy desafía el derecho internacional, las normas morales y nuestros valores comunes. Estamos siendo testigos de una transgresión tras otra en Cisjordania, donde la situación empeora día a día. Si nuestra comunidad internacional no actúa con decisión, nos convertiremos en cómplices de reescribir lo que significa ser humanos.
Porque si las excavadoras israelíes siguen demoliendo ilegalmente hogares, olivares e infraestructuras palestinas, también arrasarán las barreras que definen la conducta moral. Y ahora, con la ampliación de la ofensiva israelí para incluir a Irán, no se sabe dónde terminarán las fronteras de este campo de batalla. Eso, amigos míos, es una amenaza para todos los pueblos del mundo.
En última instancia, este conflicto debe terminar. Y la única solución viable es aquella basada en una paz justa, el derecho internacional y el reconocimiento mutuo. Queridos amigos, el camino hacia una versión mejor de nosotros mismos no puede estar parimentado únicamente por los avances tecnológicos, los descubrimientos científicos o los triunfos políticos.
Se forja con las decisiones que tomamos cada día como individuos y como líderes. El camino hacia la paz ya se ha recorrido antes. Puede volver a recorrerse si tenemos el valor de elegirlo y la voluntad de recorrerlo juntos.
Gracias.»