En un Conversatorio a finales del 2024, en la Universidad de Valparaíso, la ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet instaba a tomar muy en serio la arremetida de la ultraderecha, tanto a nivel nacional como también a nivel global. Señalaba Bachelet, que hay que afinar el análisis de este fenómeno político, enfrentar de manera decidida a la ultraderecha. Constatar que el mundo progresista y de izquierda aún no logra encontrar su discurso-relato para contrarrestar esa banalidad política ideológica de la extrema derecha que le habla a la gente de manera simple, vaga, pero que sintoniza con lo más básico de sus temores y reivindicaciones. Mientras, que la izquierda, racionaliza de manera más extrema su discurso, su propuesta, que, en la mayoría de las veces, se aleja del sentido común de los ciudadanos.
En efecto, la ultraderecha ha llegado para quedarse en el escenario internacional. Debemos estar atentos al avance de la ultra y extrema derecha, no tan solo en Europa, sino también a nivel mundial. Éste referente político y, social, se ha instalado en el escenario político, tensionando fuertemente al sistema democrático, al Estado y sus instituciones. Es particularmente activa en el escenario europeo, latinoamericano y en los EEUU. Podríamos mencionar, algunas naciones en el Medio Oriente como en el caso del gobierno sionista de Netanyahu, en Israel y, otros con regímenes autocráticos, ultraconservadores y nacionalistas. La ultraderecha avanza primeramente en su contienda con la derecha liberal, tradicional y, conservadora, arrebatándole la primacía representativa en lo político-electoral. Luego en el imaginario de otros sectores sociales -no necesariamente conservadores- de capas sociales vulnerables, excluidas, desmoralizadas, social y económicamente. Le compite abierta y violentamente a la izquierda el apoyo político social y electoral que ésta ha tenido históricamente. El cordón sanitario de la derecha tradicional y de las fuerzas progresista en el viejo continente que tenía como objetivo aislar a la ultraderecha, dejo de funcionar, salvo en Alemania, ahora en Austria. En la nación germana el partido de la ultraderecha, Alternativa para Alemania (AfD) logró ser la segunda fuerza política en las recientes elecciones generales del 23 de febrero pasado. Desplaza a los socialdemócrata (SPD) y, al Partido de Los Verdes. Recientemente en Austria, en donde después de 5 meses de las elecciones generales (septiembre 2024), Conservadores, Socialdemócratas y Liberales logran un acuerdo para formar gobierno, dejando de lado al partido de ultraderecha ÖVP, el cual se había erigido con la primera mayoría con el 29% de los votos.
Éstas fuerzas de extrema derecha, ultraderecha o pos fascistas, cómo suelen ser denominadas, son gobiernos o, participan de ellos en muchas naciones europeas, como el caso de Italia, Hungría, hasta un poco tiempo atrás, en Polonia, como también, se alzan como una fuerza política importante en España, con Vox. La ultraderecha tanto a nivel de la Unión Europea (UE) como globalmente es un peligro para la democracia. Es un hecho real, de que no hay que perderla de vista, ni engañarse, de que es un fenómeno pasajero. La crisis de los sistemas democráticos, de los partidos políticos tradicionales, de las instituciones del Estado (ejecutivo, parlamento y sistema judicial), como así el tema de la inseguridad ciudadana y, del crimen organizado transnacional, generan el caldo de cultivo para estas organizaciones y partidos de la extrema derecha. Se percibe que la democracia no está dando respuestas a estos desafíos básicos anhelados por los ciudadanos
Las Américas no están exentas de este Tsunami político ultraderechista. Los casos recientes en la última década los tenemos con Nayib Bukele en El Salvador, Rodrigo Chávez, en Costa Rica, en Daniel Novoa en el Ecuador, Javier Milei, en la Argentina y, hasta hace poco, el ex presidente Jair Bolsonaro en Brasil, que aún sigue teniendo fuerza social nada despreciable. Vuelve al ruedo el triunfante Donald Trump en la Casa Blanca de los EEUU en concomitancia con Elon Musk, peligroso personaje en el mundo actual, interviniendo éste, no tan solo en la política norteamericana, sino también en la europea, apoyando a la extrema derecha en Alemania, en otros países de la UE y, de América Latina.
En Chile, la ultraderecha personificada entre otros por José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano (PR) ha dado muestra de un crecimiento nada menor. Ha puesto a la derecha tradicional de rodillas ya en dos ocasiones, obligándolas a apoyar su liderazgo en la segunda vuelta presidencial de diciembre 2021 y en la elección del Consejo Constitucional del 7 de mayo del año 2023. Pero, a Kast, le ha salido competencia en su tribu de la extrema derecha de otro más radical que él. El diputado Johannes Kaiser, quién, ha abandonado el PR creando su propio Partido Nacional Libertario (PNL). En sondeos recientes de intención de votos para las presidenciales Kaiser supera a Kast.
En una columna de opinión “Primero ideas y unidad” en el diario El País (26/1/2025), nuevamente la ex presidenta Bachelet reitera y llama la atención de la necesidad de unidad de las fuerzas progresistas para parar el avance de la extrema derecha. Son pocos los líderes políticos/as chilenos/as que se han manifestado reflexivamente y, con propuestas en contra de la extrema derecha. Si lo ha hecho, recientemente el presidente Gabriel Boric en una entrevista con la agencia española EFE -reproducida por ADN radio- insta a la izquierda global a replantear su estrategia frente al avance de la ultraderecha con un enfoque más pragmático y con alternativas más concretas en beneficio de las grandes mayorías del país y, no meramente, ideológicas.
Veremos qué pasará con la extrema derecha chilena en las elecciones parlamentarias y presidenciales de noviembre de este año en curso. Podríamos señalar, que en términos globales el progresismo y la izquierda, está al debe en el debate sobre esta irrupción de la ultraderecha a escala internacional y nacional. Le ha faltado mayor comprensión y de construcción de propuestas para detener política y socialmente a estos movimientos y partidos de la extrema derecha.
En Las Américas se avecina un panorama nada alentador para las democracias del continente.