Buen día, desde el Consejo Pontificio de la Cultura en el Vaticano los saluda el Padre Carlos Javier Díaz Vega.

Este 8 de abril, II Domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, el Papa Francisco celebró la Eucaristía en la Plaza de la Basílica de San Pedro ante decenas de miles fieles. En su homilía, haciendo referencia al pasaje evangélico de San Juan en que se narra la segunda y tercera apariciones de Jesús, el Santo Padre comentó que los discípulos reconocieron al Señor a través de las heridas de sus manos y de su costado. Como el apóstol Santo Tomás, dijo el Papa, tenemos necesidad de ver a Dios, pero también de “palpar que Él resucitó”.

¿Cómo podemos verlo? – preguntó el Papa – A través de sus llagas. Al mirarlas, ellos comprendieron que su amor no era una farsa”. Después el Papa invitó a reflexionar sobre la exclamación del apóstol Tomás: “Señor mío y Dios mío”, sobre todo en el adjetivo posesivo que usó: “mío”. Al decir mío o nuestro a Dios honramos su misericordia, porque Él es quien ha querido hacerse nuestro, comentó el Papa. “No eres sólo Dios; eres mi Dios, eres mi vida”.

Enseguida el Papa Francisco ayudó con sus palabras a que los fieles profundizaran en la Misericordia Divina, y lanzó otra pregunta: “¿Cómo tocar hoy con la mano la misericordia de Jesús?” “Para experimentar el amor de Dios, respondió el Papa, “hay que dejarse perdonar”, ya que “lo primero que hizo Jesús apenas resucitado fue dar el Espíritu para perdonar los pecados”.

Después el Santo Padre hizo hincapié en tres actitudes que pudieran cerrar la puerta al perdón de Dios y por lo cual debemos estar muy atentos a ellas. La primera es la vergüenza que quizá nos da cuando vamos a confesarnos, procuremos que la vergüenza que sentimos “no sea una puerta cerrada, sino como el primer paso del encuentro – dijo el Papa –… Pasemos de la vergüenza al perdón”. Por otra parte, el Sumo Pontífice alertó sobre el peligro de la resignación que experimentan muchos fieles: “Soy cristiano desde hace mucho tiempo y, sin embargo, en mí no cambia nada, cometo siempre los mismos pecados”, entonces desalentados y resignados renuncian a la misericordia. Pero el Señor nos interpela, dijo el Papa Francisco: “¿No crees que mi misericordia es más grande que tu miseria? ¿Eres reincidente en pecar? Sé reincidente en pedir misericordia, y veremos quién gana”. Y tercero, nuestro mismo pecado; quizá cuando cometo un pecado grande ni yo quiero perdonarme. Dios no decide jamás separarse de nosotros, señaló el Sumo Pontífice, somos nosotros los que le dejamos afuera. “Pero cuando nos confesamos, comentó el Santo Padre, acontece algo inaudito: descubrimos que precisamente ese pecado se convierte en el lugar del encuentro con Dios… Mi llaga miserable se transforma hasta parecerse a sus llagas gloriosas, porque Él es misericordia y obra maravillas en nuestras miserias”. “Pidamos la gracia, concluyó el Papa, de encontrar en su perdón nuestra alegría, de encontrar en su misericordia nuestra esperanza”.

Por otra parte, antes de la bendición final de la Misa, toda la asamblea cantó la aclamación  pascual mariana del Regina Coeli. Previamente el Papa pronunció unas palabras agradeciendo el servicio en todo el mundo de los Misioneros de la Misericordia, saludando por las Fiestas Pascuales a los fieles de las Iglesias Orientales y felicitando a los Gitanos y a los Sinti al celebrarse el Día Internacional del Pueblo Gitano.

Por último, el Santo Padre afligido comentó que “llegan desde Siria noticias terribles sobre bombardeos co

n decenas de víctimas, entre los cuales niños y mujeres”. “Nada puede justificar el uso de instrumentos de exterminio contra personas y poblaciones indefensas”, dijo el Papa. Oremos para que los responsables políticos y militares elijan la vía de la negociación, la única que lleva a la paz, concluyó el Papa Francisco.

Gracias por la atención. Feliz semana a todos. Dios los bendiga.