La actividad de Mateo Pérez de Alesio, tendría un impacto decisivo en la formación de una pintura local con identidad propia. Este maestro italiano había trabajado en la Capilla Sixtina por encargo del papa Gregorio XIII, y terminó trasladándose a Lima hacia 1587 en busca de fortuna. Aquí impuso un nuevo tipo de imagen piadosa con obras como su Virgen de la Leche, cuya belleza idealizada y carga sentimental mantuvieron prolongada vigencia en los Andes a través de numerosas versiones.
La pintura fue un medio privilegiado para la expresión de los diversos grupos que conformaban la sociedad colonial. Fenómenos como la incorporación definitiva de los indigenas al cristianismo fueron promovidos a través de las grandes devociones surgidas localmente. La fama de los milagros atribuidos a estas imágenes podía convocar alrededor de ellas a toda la sociedad virreinal. A su vez, el retraso permitió la escenificación de identidades diferentes, convirtiéndose en parte de las estrategias políticas desplegadas por los sectores étnicos coloniales.
Anónimo cusqueño
Virgen de Copacabana
ca. 1730-1750
Óleo sobre tela
113 x 86 cm.
Museo de Arte de Lima. Donación Memoria Prado
Restaurado con el patrocinio de Cia. Ferrero S.A.
La Virgen de Copacabana fue una de las imágenes locales más veneradas en el virreinato peruano, y su culto gozó de amplia difusión por medio de distintos tipos de objetos. Aquí aparece sobre una mesa de altar, aunque la talla se ha convertido en una aparición celestial de María, resaltándose así el papel de las imágenes como intermediarias entre lo terrenal y lo divino. Por su influjo milagroso, un indígena depone sus armas y recibe con docilidad el bautismo. La pintura tiene una clara función de adoctrinamiento y es probable que haya estado destinada a la difícil conversión de las etnias amazónicas, cuya rebeldía frente al dominio español solía simbolizarse con la imagen del «chuncho» arquero con penacho emplumado.
Anónimo Cusqueño
Conversión de un indio noble por inspiración milagrosa de la Virgen de Copacabana.
ca. 1700 – 1730
Oleo sobre tela
109 x 199.5 cm
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini
Particulares del cuadro:
Anónimo cusqueño
Retablo portátil de la Virgen de Copacabana
ca. 1650 – 1700
Plata repujada, burilada y pasta modelada, dorada y polícromada
34.5 x 20,6 x 6cm.
Museo de Arte de Lima. Ex Colección Luisa Álvarez Calderón.
Fondo Alicia Lastres de la Torre
Los retablos portátiles eran uno de los recuerdos más apreciados por los peregrinos que hacían la larga ruta al santuario de Copacabana, en el altiplano de la actual Bolivia. Estos pequeños retablos permitían trasladar el culto de la Virgen al interior de sus casas. Se trata de cajas de plata en forma de tríptico que al abrir sus puertas muestran un retablo en miniatura, trabajado en pasta policromada y dorada, el cual pretendía mostrar el altar mayor del templo, presidido por la venerada image de la Virgen Candelaria.
Anónimo Quiteño
Santa Mariana de Jesús
ca. 1820 – 1850
Óleo sobre tela
71,5 x 63, 5 cm
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini.
Conocida como la Azucena de Quito. Mariana de Jesús (1618-1645) fue una terciaria franciscana cuyo culto gozó de una gran popularidad en su ciudad natal, pese a que sería beatificada solo en 1853. Desde Quito se difundió su imagen por medio de lienzos como este, que repite un modelo fijado en el siglo XVIII con sus atributos esenciales: florero con azucenas – uno de sus atributos iconográficos- y un cráneo, el cual le servia como constante recordatorio de la vanidad de este mundo.
Anónimo quiteño
Santa Gertrudis La Magna
ca. 1790 – 1805
Óleo sobre tela
79 x 56,5 cm.
Museo de Arte de Lima. Donación Sucesión Manuel Moreira Laredo. Restaurado con el patrocinio de Pilar Giannini de Baert.
Rafael Joaquin Gutiérrez
Patrocinio de la Virgen de la Merced
ca. 1760 – 1770
Óleo sobre cobre
59 x 45 cm.
Museo de Arte de Lima. Fondo de Adquisiciones 2013
Pese a la distancia que los separaban, los virreinatos de Perú y de México tuvieron un intercambio artístico de relativa importancia. Entre las muchas obras mexicanas que llegaron a Lima a lo largo del período colonial, se encuentra este raro cobre, pintado por Rafael Joaquin Gutiérrez, artista perteneciente al círculo del famoso maestro José de Alzibar cuya obra es más bien escasa. Se relacionó además con la Real Academia de San Carlos de México en 1781, para la que pintó una alegoría de su fundación.
Anónimo sur andino
El Buen Pastor
ca. 1750 – 1780
Óleo sobre tela
101 x 76,5 cm.
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini
Anónimo sur andino
Muerte de san José
ca. 1740 – 1770
Óleo sobre tela
115 x 88 cm.
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini
Anónimo cusqueño
Espejo de virtudes con los cuatro continentes
ca. 1750 – 1790
Óleo sobre tela
128 x 90,5 cm
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini
Esta compleja composición asume un lenguaje simbólico para expresar un concepto moral abstracto. se basa en el mismo modelo que sirvió de base a la portada de El Sol en el Nuevo Mundo, libro sobre la vida de santo Toribio publicado en Roma en 1683. dos angelitos sostienen un espejo que recibe de la luz del Espíritu Santo y la difunde por los cuatro continentes. la intención ejemplarizante de la composición se ve reforzada por los textos bíblicos que acompañan a la imagen «inspice et fac secundum exemplar» (Fíjate y sigue su ejemplo») y «Ut sit exemplum (virtutis) in Ephrata» («Para que sea dechado de virtudes en Efrata»).
Anónimo cusqueño
El hijo pródigo apacienta cerdos
ca. 1750 – 1770
Óleo sobre tela
102 x 146 cm.
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini
Anónimo cusqueño
Regreso del hijo pródigo
ca. 1750 – 1770
Óleo sobre tela
102 x 146 cm.
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini.
Cristobal Lozano
Éxtasis de san Camilo de Lelis
1762
Óleo sobre tela
134,5 x 99 cm.
Museo de Arte de Lima. Donación Manuel Cisneros Sánchez y Teresa Blondet de Cisneros
Cristobal Lozano
Pedro José Bravo de Lagunas
1752
Óleo sobre tela
220 x 137 cm.
Museo de Arte de Lima.
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini.
Anónimo cusqueño
Patrocinio de la Virgen con santos jesuitas
ca. 1670 – 1690
Óleo sobre tela
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini.
Esta obra simboliza la protección de María a la Compañía de Jesús que aparece aquí representada por sus santos más importantes. El lienzo reelabora un tema inicialmente relacionado con la Virgen de la Merced, que es vista extendiendo su manto sobre sus devotos. Al mismo tiempo, el manto azul y blanco de la Virgen parece aludir al misterio de la Inmaculada Concepción, por el cual se argumentaba que María había nacido libre del pecado original.
Anónimo cusqueño
San Cristobal
ca. 1680 – 1700
Óleo sobre tela
209 x 158 cm.
Museo de Arte de Lima
Donación. Colección Petrus y Verónica Fernandini.
Atribuido a Juan Zapaca Inga
Tránsito de san Juan de Dios
ca. 1685
Óleo sobre tela
166 x 222,5 cm.
Museo de Arte de Lima. Donación José Antonio de Lavalle.
Restaurado con el patrocinio de Bernardo Reader Remy.
Anónimo cusqueño
San Martín de Tours
ca. 1690 – 1720
Óleo sobre tela
81 x 55 cm
Museo de Arte de Lima.
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini
Anónimo cusqueño
Santa Teresa de Jesús
ca. 1700 – 1730
Óleo sobre tela
116 x 107 cm.
Museo de Arte de Lima
Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini