La diplomacia cultural ha tomado su sitio en la evolución actual de la diplomacia clásica, siempre dirigida por los Estados. Representa el «poder blando» opuesto al «poder duro». En el contexto de la globalización, la diplomacia cultural tiene como objetivo el intercambio de ideas, la mejora del enfoque y del conocimiento de otras culturas para facilitar la búsqueda de soluciones a los conflictos persistentes que puedan existir entre los estados. Personas, grupos, asociaciones, instituciones, museos, teatros, etc, ayudan a construir puentes entre civilizaciones para impedir la entrada en el escenario de otros protagonistas. En varios paises, la diplomacia cultural se ha puesto como una disciplina académica en las universidades.
La cultura renueva el campo de la actividad diplomática. A diferencia del poder duro que uso la coerción, el poder blando es la implementación de una política de seducción, en forma de la difusión de la influencia cultural de un Estado.
De acuerdo con un informe de la Comisión Europea, la Unión Europea y sus Estados miembros tienen mucho que ganar con el «poder blando» de la diplomacia cultural, que proporciona beneficios a la economía a través de un mejor acceso a los mercados y que da a las industrias culturales y creativas europeas una diversidad cultural mejorada y un mayor intercambio de los valores europeos. De acuerdo con Androulla Vassiliou, Comisaria de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud, «la diplomacia cultural nos da la oportunidad de compartir con otros países nuestra cultura y los valores europeos, tales como los derechos humanos, la diversidad y la igualdad».
Algunos estados, como Francia, los EE.UU., Brazil, Alemania, España tienen una red de servicios y instituciones culturales promoviendo la imagen del país al que representan, desarrollando los lazos especiales con socios locales para dar a conocer la cultura con el fin de establecer vínculos. En Francia, por ejemplo, la cultura es un pilar fundamental de su diplomacia de la monarquía en el siglo XVI hasta hoy.
Los países de América Latina han comprendido los beneficios que pueden obtener de la aplicación de una diplomacia cultural proactivo. Países como México, Brazil, Chile, Argentina, por citar los más activos en esta área, no dudan en organizar actividades culturales de todo tipo para acompañar a la política exterior tradicional. Brasil tiene una serie de lugares dedicados a la difusión de la cultura brasileña, las Casas do Brazil, que pueden agregar bibliotecas, residencias para estudiantes de doctorado, teatros, salas de exposiciones, videotecas, aulas para clases y reuniónes. México, por ejemplo, promueve un verdadero sentido de nacionalismo en la cultura mexicana transmitido al extranjero a través de sus embajadas. Chile es la «tierra de poetas», según la tradición popular. Así produce óperas, prosa, poesía, películas, folclore, música, todo esto asegura a Chile una escaparate internacional en el terreno artístico y cultural. La diplomacia cultural ha sido un elemento fundamental para el conocimiento de Cuba en el mundo desde 1959 y reunió amistades y aliados.
Cabe incluir en este capitulo la política cultural exterior de Venezuela iniciado en 1977 con el presidente Carlos Andrés Pérez y Léopold Sédar Senghor para el desarrollo de las relaciones culturales entre los dos países. La intensificación de las relaciones entre los pueblos de África y Venezuela continua hasta hoy en día. Venezuela ha desarrollado su diplomacia cultural con una docena de países africanos.
La diplomacia cultural en la era soviética tenía que ayudar a la cultura soviética en el extranjero e informar a la URSS de los principales eventos culturales extranjeros. Pero en fin, la diplomacia cultural soviética trató de neutralizar las campañas de propaganda más dañinas para la construcción del socialismo soviético. El reto consistía en restaurar su credibilidad diplomática y reconstruir su economía. Hoy, Rusia es ahora capaz de participar en una obra de unificación cultural basada en la cooperación con todos los socios extranjeros.
La financiación y el profesionalismo del sector privado pueden mejorar en gran medida el alcance de la intervención de la política exterior. Asociaciones entre el sector privado y el estado permiten al sector privado fortalecer su identidad a nivel internacional y contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas globales. Colaboraciones entre pequeñas y medianas empresas y grandes grupos y conglomerados son formas eficaces tanto para los estados que para las empresas para desarrollar amistades y relaciones serenas en vista del bien de todos.
Por último, la conclusión es que hay que mantener un esfuerzo de diplomacia cultural y resistir la tentación de buscar ahorros en esta área. Con la aceleración de la globalización en un mundo cada vez más comerciante, se vuelve imperativo intensificar la acción cultural en el exterior, para fortalecer los recursos asignados a la promoción de la diplomacia cultural. Sin embargo los recursos públicos han disminuido durante los ultimos veinte años. Los actores culturales se ven obligados a utilizar fondos privados. La distinción entre la política cultural interna, llevada a cabo por las autoridades competentes, y la politica externa, dirigida por los Ministerios de Asuntos Exteriores, ya no debería existir.