América Latina exhibe una fractura económica sin precedentes. Mientras Perú registra solo 1.7% de inflación anual y Ecuador sorprende con una deflación de -1.48%, Argentina con un 39.6% y Bolivia con un 24% enfrentan crisis severas, por estos resultados inflacionarios. Esta divergencia esta reflejada por diferencias abismales en las políticas monetarias y la estabilidad institucional. Perú mantiene coherencia, pues su Banco Central de Reserva (BCRP) sostiene tasas estables de referencia del 4.5% y acumula reservas internacionales netas récord de US$ 87,130 millones, anclando expectativas. Ecuador, dolarizado desde el 2000, aprovecha el dólar fuerte para contener precios, aunque su modelo limita herramientas para reactivar la economía.
Los casos exitosos esconden vulnerabilidades. La baja inflación peruana se apoya en diversificación exportadora y disciplina fiscal, pero los aranceles de Trump al cobre (50%) podrían encarecer las importaciones futuras. Ecuador sufre los efectos colaterales de su deflación: caída del consumo interno y riesgo de estancamiento, evidenciado en alimentos un 0.6% más baratos en junio, pero con menor dinamismo comercial.
Argentina y Bolivia navegan tormentas perfectas. La inflación argentina, aunque baja desde el 263.4% de 2024, sigue alimentada por desconfianza monetaria y fuga de capitales. Bolivia vive su peor crisis en 39 años: alimentos subieron 31.48% en un año, y el salario mínimo solo cubre el 64% de la canasta básica. Ambos comparten raíces: emisión descontrolada para reducir déficits fiscales y alta volatilidad política.
Las implicancias son dramáticas. Perú y Ecuador atraen inversiones y protegen el poder adquisitivo, con el sol peruano apreciándose 2.58% en 2025. En contraste, Argentina y Bolivia ven como aumenta la pobreza: medicinas y tecnología se vuelven inaccesibles, y profesionales jóvenes emigran. Esta brecha frena la integración comercial regional y amplía desigualdades estructurales.
El FMI proyecta mejoras marginales, pero sin reformas profundas, la fragmentación persistirá. La región necesita de la coordinación urgente entre las cadenas de suministro y políticas antiinflacionarias, o la brecha se convertirá en un abismo, difícil de solucionar.