Autor:
Emb. Oscar Maúrtua de Romaña
Presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional – SPDI.
En los albores de la formación y consolidación de nuestra política exterior, se vislumbran destacados diplomáticos quienes, desde su visión, integridad y profesionalismo, han situado al Estado peruano como uno de los mayores exponentes de vocación de cooperación internacional, solidaridad y respeto mutuo en la región. Entre ellos, Raúl Porras Barrenechea se sitúa en un lugar privilegiado y fundamental de nuestra historia y que su visión de confraternidad y solidaridad internacional es sustancial para el aprendizaje y formación de las nuevas generaciones.
Este notable jurista y diplomático peruano destacó en su carrera profesional a partir del énfasis que vertió sobre la defensa de los límites territoriales de nuestra nación, siendo inspirado por renombrados internacionalistas como Víctor Manuel Maúrtua y Víctor Andrés Belaunde, con la finalidad de culminar con cualquier controversia limítrofe y hacer respetar los derechos soberanos que sustentan la extensión del Perú. Ello, sin dejar de lado la apertura y la integración del Perú con sus pares en la región.
A través de sus intervenciones, especialmente en la Organización de Estados Americanos – OEA, se destacó por ser el portavoz de la solidaridad continental y de la política de “no aislacionismo”, la cual se traduce en la posición de no abandonar a un Estado hermano o que este quede librado a los intereses de las grandes potencias.
La vigencia de Raúl Porras Barrenechea, como ícono para las nuevas generaciones, se evidencia en su carácter y erudición que permite recordarlo hoy como un diplomático ontológico, puesto que encarna las principales características y cualidades que todo funcionario del Servicio Diplomático de la República debe tener en la conducción de nuestra política exterior. Es por lo que su doctrina, su pensamiento y su visión son fundamentales para la formación y continuación de su legado a través de Cancillería.
Como ávido historiador y ensayista peruano que fue, Raúl Porras no solo nos dejó un legado para la diplomacia peruana, sino para la recapitulación de los pasajes históricos de nuestra nación. A través de sus obras, se puede apreciar claramente la visión que tenía sobre el eminente mestizaje en el Perú y que evidencia la ignominia de la discriminación que padece nuestra nación. Tal es así, que es autor de importantes obras como Historia de los Limites del Perú, El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), Antología del Cuzco, El paisaje peruano de Garcilaso a Riva Agüero, entre muchos otros. Estos y más trabajos se encuentran conservados en distintas bibliotecas y, en especial, en el Instituto Raúl Porras Barrenechea: centro de Altos Estudios y de Investigaciones Peruanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Su personalidad y elocuencia han inspirado a destacadas personalidades de la diplomacia peruana, de los que resaltan Carlos García-Bedoya, Félix Álvarez Brun, Juan José Calle, Jaime Cáceres Enríquez y Luis Chávez Godoy, entre otros. Estos importantes funcionarios han enaltecido nuestra Cancillería a través de los años, trasladando las enseñanzas aprendidas por Raúl Porras y orientando nuestra política exterior peruana a una dirección de respeto pleno del derecho internacional, la solidaridad, la cooperación y la asistencia mutua entre Estados hermanos.
Su sentido de pertenencia e identidad con la Academia Diplomática del Perú es tan emblemático, que la primera promoción del Servicio Diplomático de la República lleva su prestigiado nombre. A su vez, la centenaria Sociedad Peruana de Derecho Internacional tiene la honra de contar en sus registros a Raúl Porras Barrenechea como Miembro Emérito de la institución, lo que nos honra por lo que él significó para el derecho y la diplomacia peruana.
En síntesis, Raúl Porras Barrenechea ha demostrado ser un diplomático, jurista, parlamentario e historiador destacado por su visión integradora y solidaria con los Estados en la región y a nivel internacional. Recoge los mejores valores y aptitudes que todo diplomático debe fortalecer en su vida profesional y personal. La impronta de su legado ha influenciado la conducción de nuestra política exterior y nos ha situado, positivamente, en un escenario de admiración a ojos de la comunidad internacional.