Las mujeres son la piedra angular de la economía rural, especialmente en los países en desarrollo. Sin embargo, en comparación con los hombres solo obtienen una fracción de la tierra, el crédito, los insumos (como semillas mejoradas y fertilizantes) y la formación e información en agricultura que ellos reciben.
Se ha demostrado que, si se potencia el papel de las mujeres rurales y se invierte en actividades que aumentan significativamente la productividad, el hambre y la malnutrición se reducen y mejoran los medios de vida rurales. Esto no solo beneficia a las mujeres, sino a toda la población.
En promedio, las mujeres constituyen el 43 % de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo, y se estima que representan dos tercios de los 600 millones de criadores de ganado pobres del mundo.
De las mujeres de los países menos adelantados que se declaran económicamente activas, el 79 % indica que la agricultura es su principal fuente de sustento (a nivel mundial, el 48 % de las mujeres económicamente activas).
Las mujeres suelen emplearse en tareas con un alto coeficiente de mano de obra, obtienen salarios generalmente más bajos que los hombres y es más probable que se les pague a destajo. Por ejemplo, en el mercado africano de trabajo ocasional en la agricultura los salarios de las mujeres (ya sean en efectivo o en especie) suelen ser un 50 % más bajos que los de los hombres.
Fluente: FAO