En los 500 años del Movimiento Anabaptista

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MENSAJE DE SU SANTIDAD EL PAPA LEÓN XIV
A LOS PARTICIPANTES EN LA CONMEMORACIÓN DEL 500 ANIVERSARIO DEL MOVIMIENTO ANABAPTISTA

[Zúrich, 29 de mayo de 2025]

Queridos amigos, al reuniros para conmemorar el 500 aniversario del movimiento anabaptista, os saludo cordialmente con las primeras palabras de Jesús resucitado: «¡La paz esté con vosotros!» (Jn 20,19).

En la alegría de nuestra celebración pascual, ¿cómo no recordar la aparición de Cristo en la tarde de aquel «primer día de la semana» (ibid.), cuando Jesús entró no solo a través de muros y puertas cerradas, sino también a través de los corazones temerosos de sus discípulos? Además, al impartir su gran don de paz, Cristo fue sensible a la experiencia de sus discípulos, sus amigos, y no ocultó los signos de su Pasión aún visibles en su cuerpo glorioso. Al acoger la paz del Señor y aceptar su llamado, que incluye estar abiertos a los dones del Espíritu Santo, todos los seguidores de Jesús pueden sumergirse en la novedad radical de la fe y la vida cristianas. De hecho, este deseo de renovación caracteriza al propio movimiento anabautista.

El lema elegido para su celebración, «La valentía de amar», nos recuerda, sobre todo, la necesidad de que católicos y menonitas se esfuercen al máximo por vivir el mandamiento del amor, el llamado a la unidad cristiana y el mandato de servir a los demás. Asimismo, subraya la necesidad de honestidad y amabilidad al reflexionar sobre nuestra historia común, que incluye heridas dolorosas y narrativas que influyen en las relaciones y percepciones entre católicos y menonitas hasta el día de hoy. Cuán importante es, entonces, esa purificación de la memoria y esa relectura conjunta de la historia que nos permite sanar las heridas del pasado y construir un nuevo futuro a través de la «valentía de amar». De hecho, solo así el diálogo teológico y pastoral puede dar fruto, un fruto duradero (cf. Jn 15,16).

¡Ciertamente no es tarea fácil! Sin embargo, fue precisamente en momentos de prueba que Cristo reveló la voluntad del Padre: fue cuando, desafiado por los fariseos, nos enseñó que los dos mandamientos más importantes son amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,34-40); fue en la víspera de su Pasión, cuando habló de la necesidad de la unidad: «Que todos sean uno… para que el mundo crea» (Jn 17,21). Mi deseo para cada uno de nosotros, pues, es poder decir, citando a san Agustín: «Toda mi esperanza está puesta en la inmensa grandeza de tu misericordia. Da lo que mandas y manda lo que quieras» (Confesiones, X, 29.40).

Finalmente, en el contexto de nuestro mundo devastado por la guerra, nuestro camino continuo de sanación y fortalecimiento de la fraternidad desempeña un papel fundamental, porque cuanto más unidos estemos los cristianos, más eficaz será nuestro testimonio de Cristo, Príncipe de la Paz, en la construcción de una civilización de encuentro y amor.

Con estos sentimientos, les aseguro mis oraciones para que nuestras relaciones fraternales se fortalezcan y crezcan. Sobre cada uno de ustedes invoco la alegría y la serenidad que provienen del Señor Resucitado.

Vaticano, 23 de mayo de 2025

Papa León XIV