La invitación al Encuentro de Cluj tiene un objetivo preciso: dar a conocer lo que sucede en otras latitudes. No se trata de un premio ni de un regalo, sino de un trabajo, que puede o no hacerse profesionalmente. El fin último es transmitir ideas para que encuentren difusión, unión, mejorías o análisis desde la perspectiva de cada país.
El almuerzo de hoy fue una puerta de entrada. Nos ofrecieron platos típicos que son, en realidad, herencia de todas las culturas que han pasado por Cluj: alemana, griega, turca, húngara. A la mesa se sumaron vinos de distintas regiones de Rumania, entre ellos un rosé de Timisoara. En otras palabras, la mesa del almuerzo en Wonderland ofreció mucho más que gastronomía rica y sabrosa: fue también la oportunidad de escuchar a los organizadores del evento, hombres y mujeres unidos por un anhelo común: generar un país mejor.
El anfitrión, un joven empresario que ha invertido millones en este resort, relató con emoción las deudas, la oposición familiar y los momentos en que todo parecía imposible. Su historia conmueve, pero debe trascender la emoción para convertirse en proyecto: pasar de la superación personal a la proyección colectiva.
La coorganizadora, experta en vinos y autora de varios libros, inició su carrera promocionando vinos italianos en el mundo. Llegó un momento en que decidió dedicar esa misma energía a los vinos de su propio país. Acaba e publicar su último libro. Juntos, él y ella, buscan modificar el acercamiento del mundo hacia Rumania, derribar estereotipos y abrir las puertas al exterior, con la convicción de ser parte de la Unión Europea. La UE representa para ellos no solo pertenencia, sino garantía de un desarrollo estable, aun sabiendo que deben seguir aprendiendo con modestia y constancia.
Rumania carga con un pasado comunista donde lo estatal se percibe como lo más seguro, pero muchos administradores aún confunden la función pública con la jerarquía personal. Una realidad que recuerda a América Latina, donde la política suele aferrarse al poder y relegar al ciudadano. La diferencia esencial es que en Rumania el empresariado goza de mayor autonomía y empieza a vislumbrarse como motor de cambio.
Los vinos, particularmente el sorprendente rosé con final a rosas, los quesos y la creatividad local son signos de una riqueza que merece ser valorizada. Esperaba encontrar tintos con más cuerpo; en cambio, fueron los rosé los que me sorprendieron con su originalidad. El secreto: en los mismos campos donde crece la vid, cultivan rosas. El resultado es indescriptible, un sabor que merece ser apreciado y conocido, tal vez imitado.
Mucho hay en común entre este país que quiere caminar con sus propias capacidades y aquellos que, como en América Latina, buscan un futuro mejor. La diferencia es que aquí el horizonte de Europa actúa como garante, y los creativos, innovadores y empresarios pueden convertirse en protagonistas de un cambio real.
Así transcurrió este primer día en Cluj: gozando de un almuerzo rumano-europeo delicioso, acompañado de un vino rosé inesperado y brillante, mientras se dibuja el horizonte de un país que busca afirmarse desde su sociedad civil. El panorama será más claro mañana, en nuestro segundo día.
La crónica seguirá con la firme ilusión de que reflexionemos juntos sobre lo que significa el desarrollo humano: no un azar, sino una decisión consciente de cambio basada en las capacidades de cada uno de los ciudadanos de un país.
Galería de Fotos
Un almuerzo ampliamente satisfactorio.
Wonderland es una sede prestigiosa que tiene cada día multitud de eventos. Me explicaba la co-organizadora de este evento que no fue fácil encontrar los días para nuestro evento. No solo se realizan las fiestas de matrimonio, incluso los matrimonios, sino la sesión de fotos como vemos en esta oportunidad
El vino con final de rosas.