Diálogos de una buena vida: Límites/Las cosas que tenemos en común

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El terrorismo y la migración han sacudido la sociedad europea. La sociedad tiene necesidad de re-elaborar lo que ha sucedido, construir sobre ella una nueva actitud que genere comunidad. Por iniciativa del Cardenal de Milán, Angelo Scola y del filósofo Massimo Cacciari, se ha creado una iniciativa milanesa denominada “Diálogos de una buena vida” sostenidas por realidades culturales, sociales, económicas de la metrópoli milanesa, quiere ser una respuesta común a la fragmentación que caracteriza la sociedad europea.

La premisa, la ofreció Francesco Botturi, profesor de filosofía moral de la Universidad Católica. Esta reflexión puede ser aplicada a cualquier sociedad y grupo de personas que busca la convivencia.

«Hablando de los límites que no necesariamente pueden ser barreras, nos hemos preguntado ¿tenemos algo en común?  y ¿que significa? Vale más estar en comunidad de lo que tenemos en común. Una comunidad, que se refiera a la existencia de un amor sincero. Sin embargo, no basta para estar y quedarse juntos, lo que acomuna y une de verdad es si se convierte en un compromiso responsable, el trabajo de la relación, su continua reelaboracion, esto la mantiene viva y fecunda, no pegada entre sí. En el debate de estos años, lo hemos recordado, comunidad quiere decir estar juntos gracias a un don, a un regalo, algo recibido, asumido como tarea.

Hay comunidad sólo donde hay algo de precioso y recibido: amor, amistad, carisma, ideal proyecto, tradición, promesa, esperanza, que crea vínculo, responsabilidad compartida para su custodia y que crezca, la transmisión.

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Por esto, la autentica comunidad no está encerrada en la auto-referencialidad porque está referida a un valor precioso que es un valor para todos y no se considera nunca plena y perfecta porque está siempre en tensión hacia el don que le da un sentido. Por esto, no existe la comunidad sino tantas comunidades, cuantas son las encarnaciones de una comunidad cultural, laboral, étnica, nacional, política, si estas tuvieran dichas condiciones.

Queda firme que el más persuasivo paradigma comunitario es la familia, que se constituye precisamente como un don de tareas y como esperanza de transmisión. A nosotros no nos interesa convertirnos en un comunitario romántico, ni contrastar un comunitario anti-liberal, recuperar una comunidad en agotamiento, nos interesa recuperar un sentido de comunidad que todos comprendan ser algo de original, de cercano a la vitalidad de la experiencia, a la vida de relaciones reales que es el origen de la convivencia.

Porque parece que hubiéramos perdido y olvidado la gramática, la sintaxis de la comunidad en ventaja de formas idiotas del estar juntos. El narcisismo de la espontaneidad amorosa dirigida hacia si misma, el egoísmo de grupos, etnias, naciones, grupos encerrados en sí mismos, la pseudo comunidad del tener en común, ayer, el carbon y el acero y, hoy, la jaula, de infinitos procedimientos y la ideología de infinitos derechos, estamos cargando el peso de una modernidad política, estatalista, individualista, nacida históricamente contra las tradiciones comunitarias y una modernidad que nos ha acostumbrado a pensar en grandes mayúsculas universales abstractos y aunque si han unido nunca han acomunado, naturaleza, historia, estado, mercado, ciencia, tecnica, libertad, progreso, y ahora esta modernidad en liquidación nos deja la herencia de un grupito de individuos unidos por vínculos contractuales, técnico-procesales, nexos virtuales, enfrentar en estas condiciones la era de la globalización significa destinarse a convertirse en súbditos de alguna forma de tecnocracia o tal vez de algún comunitario totalitario, tal vez religioso.

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Significa, sobre todo, que sea posible una casa común a la cual cuidar según la versión del subtítulo de la Encíclica Laudado Si. Ciertamente, no todo puede ni debe ser comunidad, pero sin estar en comunidad no se llega a la convivencia, es más, no se logra siquiera a coexistir. Entonces, ¿tendremos que aceptar un archipiélago de comunidades fácilmente en conflicto entre ellas? No, pero es un riesgo que se debe correr.

No hay garantía frente a la implosión de la comunidad cerrada en sí misma, la explosión de la comunidad en conflicto, en todo caso no es encerrándonos en los procedimientos formales que encontraremos respuesta sino más bien la comunidad descubre que requiere del sostén de las instituciones normativas tanto cuanto estas, además, tienen necesidad de una comunanza real y sana para tener la idea no ideológica de un bien común, de la buena vida, de una casa común».

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