El libro «Religión, cultura y ciencia en Milán» de Monseñor Franco Buzzi fue presentado en la Società dei Giardini por el Padre Andrea Dall’Asta y el Profesor Mauricio Schoepflin. El Libro de Monseñor Franco Buzzi recoge tres temas protagonistas, tratados en 540 páginas, con profundidad, seguramente no son temas atractivos para los periódicos de gran tiraje, es más son temas evitados, estos tres argumentos se entrecruzan en un momento crucial de la cultura italiana, la mitad de los siglos XVI – XVIII, luego del Concilio de Trento (1545 – 1563) en respuesta a la Reforma protestante.
¿En qué consiste la articulación entre religión, cultura y ciencia? se pregunta el Padre Dall’Asta y nos invita al ejercicio de sumergirnos en la vida de un hombre del siglo XVI, la época de San Ignacio de Loyola, de Gian Carlo Borromeo, una época donde la realidad era interpretada a través de la espiritualidad, donde la realidad se interpretaba con la visión teológica, se habla de luz y se habla de Dios, una época del saber en cuya cúspide se coloca la teología, la teología es la regina scientiae. Sin embargo, es en los años quinientos cuando se inicia a separar el mundo de la naturaleza del mundo de lo sobrenatural, es como si se pudiese establecer un mundo con dos pisos, que fue tanto criticada por Heidegger, en dicho período se hacían la gran pregunta ¿cómo es el orden de la naturaleza? y ¿como nos ponemos frente al mundo del sobrenatural, al mundo del divino?.
Aquí viene en nuestra ayuda el mundo del arte, si vemos una icona, vemos la realidad transfigurada, el fondo dorado que ilumina la escena, es símbolo de la presencia del divino que ilumina la escena para transformarla, la icona es la mirada de Dios quien a través de su mirada transfigura la realidad.

Otro magnífico ejemplo, nos lo recuerda Padre Dall’Asta, es la Madonna di Foligno di Raffaello, un mundo es este magnífico cuadro concebido en dos planos, en la parte superior se encuentra la Virgen con el Niño, en la parte inferior está la humanidad con sus diferentes personajes religiosos representados mirando en alto a la divinidad. Entre la parte superior y la inferior están las nubes, es el mundo de la naturaleza que separa a estos dos planos.
Durante la época de la Compañía de Jesús se quiere articular estas áreas tratando de reconocer la realidad en la cual vivimos la presencia del Creador, investigar la naturaleza que está en profundo cambio y en el siglo XVI, el interrogativo fundamental que se pone está representado por Galileo quien cuestionará el problema de la ciencia. Es la época en la cual nace la investigación, la observación del mundo; donde la religión y la ciencia están profundamente unidas, «como dos amantes que se mirarán con desconfianza», señala Padre Dall’Asta,
Prosigue, alabando el trabajo de Monseñor Buzzi, «quien tiene la fuerza y el coraje de estudiar un período particular que presenta grandes trastornos», nos señala alguna partes del Libro donde la parte católica tiene temor de enfrentar el mundo, por otro lado se exploran nuevos caminos, nos permite darnos cuenta que son temas complejos y articulados, la cuestión era ¿cómo llevar adelante el decreto del Concilio de Trento?, ¿cuál rol dar a la educación en los colegios, en los seminarios partiendo de la enseñanza, articulando ciencia, religión y cultura?.
Se responde, partiendo de las fuentes de la fuente Ambrosiana, la cual posee una gran cantidad de manuscritos originales y únicos, se ha concentrado partiendo del trabajo de San Carlo Borromeo y del Cardenal Federico Borromeo como dos bastiones de suma importancia, como si fueran dos puertas de ingreso para comprender un universo entre estas dos figuras y al centro de ambas, se encuentra, la Ambrosiana la cual ha sido la apertura a la cultura milanesa.
En este espacio la Educación, es relevante, por la trabajos de los jesuitas en Milán, la educación es la formación de las conciencias, tema tan actual y hoy tan evitado, la televisión es todo lo contrario. En esa época tenemos a San Ignacio de Loyola, quien estudia en París, era lo más innovador en Europa y de ahí plasman el estudio orientados a una atención específica a la persona, a la tutoría, como era el Ratio Studiorum.

La llegada de los Jesuitas en Milán se debió a la fascinación que despertaron en Carlos Borromeo cuando les conoció en Roma en 1562, deseando que estuvieran en la diócesis de Milán, solicitó oficialmente que fundaran un Colegio para la educación de la juventud, pero pretendía además asignarles el Seminario para la formación del clero. Así, estos llegan en 1563, quedándose alojados en el Palacio Borromeo de Plaza Santa Maria Podone, hasta encontrar su alojamiento definitivo en S. Vito al Carrobbio, eran diez padres y treinta clérigos. Posteriormente recibieron en donación, para organizar el Colegio, la iglesia y las casas de San Fedele, en noviembre de 1567 se abrieron las «Escuelas de San Fedele». El éxito previsto se disolvió por algunos problemas en el clero de Milán, éstos se sintieron disminuidos, se generaron celos dando lugar a calumnias. La conclusión es la fundación de la Universidad de Brera erigida por la bolla Dum intra mentis nostrae del 22 de junio de 1572, imponiendo a los padres jesuitas tener doce cátedras de enseñanza sobre: las Sagradas Escrituras; la teología escolástica; casos de conciencia o cuestiones de moral; matemática; física; filosofía; lengua griega; hebreo; humanidades; retórica y gramática. Como lo señala Mons. Buzzi, en su libro página 32, «Carlos Borromeo sentía la Universidad de Brera como su criatura y considera que podía hacer de pendant al Colegio Romano».

Es muy interesante analizar la educación, porque, de las materias que se estudian en ese entonces se logra reconocen las preocupaciones del tiempo, muestra bien la incertidumbre entre una enseñanza secular y la innovación ante la crisis protestante y por otro lado la crisis por la investigación científica, ¿como tener juntos la reflexión científica con la religiosa?, ¿como tener unidas las visiones de la astrología que se tenía en el Observatorio de Brera con el amor de Dios?, ¿cuál es la relación entre ambos en el conocimiento de Dios y el conocimiento de la naturaleza?.

Es la época donde se inicia a rezar individualmente, es un rezo más personal, mas individual, interior, es la espiritual de San Carlo Borromeo quien se inspira también en Luis de Granada y en San Ignacio de Loyola. Es a Ignacio de Loyola a quien se le atribuye la frase “en tu vida haz como si todo dependiera de Dios y contemporáneamente actúa como si todo dependiera de ti” esto expresa, de la mejor manera, la tensión entre el deseo de la libertad humana, y, por el otro lado, la consciencia de que nuestra libertad sobreviene desde el momento en el cual recibimos el don de la gracia.
El libro finalmente subraya el principio ¿cuál es el fin de un hombre?, ¿cuál es el sentido profundo de la existencia humana, de la vida de un hombre, el fin por el cual hemos sido creados?, la respuesta es seguir la voluntad de Dios y ¿la voluntad de Dios qué cosa es?, según Carlos Borromeo, es ofrecerse el mismo, la voluntad de Dios no es algo predestinado, la voluntad de Dios nace de la oferta que el hombre hace a sí mismo. Y, ¿en qué consiste la grandeza del hombre? en su libertad de poder aprovechar lo que son sus posibilidades que le son dadas por Dios para poder manifestar de manera diferente, lo que le viene otorgado por el Creador, al Universo.
Dios es omnipotente, el hombre es polvo y ceniza frente a Dios, el hombre está entre el ser y la nada, entre la vida y la muerte, entre la contingencia y el eterno, reconocerse criatura y reconocerse pecador, donde el rezar es dirigirse continuamente al Dios de la vida que nos lleve al alto, a la redención. Es la tensión del hombre contemporáneo occidental de reconocerse continuamente pecador y necesitado de una redención, de una salvación, viendo el declino de la sociedad occidental es un tema de grandísima actualidad.