¿»Hombre, eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta.» – Olimpia de Gouges (Marie Gouzé) 1791.

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Esta publicación la hice el 2021, hoy la refresco a propósito del Día patrio de Francia.

Han pasado 236 años de la toma de la Bastilla, la fortaleza prisión, símbolo del despotismo de la monarquía absoluta francesa, y punto inicial de la Revolución cuyas repercusiones sembraron los cambios en materia política y en derechos humanos, no solo en Francia, sino también en el resto de Europa. Muchos nombres y hechos forman parte de la historia oficial, pero hay muchos también que están olvidados o son poco conocidos. Es el caso de una mujer valiente, preclara, avanzada para su tiempo, se trata de Marie Gouzé (Montauban 1748 – Paris 1793), conocida con el seudónimo de Olimpia de Gouges.

Esta es su historia.

El 2021 cumplimos el bicentenario de la independencia de España, logrado en gran parte por obra del movimiento liberal inspirado en la Ilustración, que postulaba la igualdad de todos los hombres ante la ley, la libertad de pensamiento y de expresión, y de tolerancia; y cuya influencia fue decisiva para los procesos revolucionarios de fines del siglo XVIII como la Revolución Francesa, -siendo la Declaración Universal de los derechos del hombre y del ciudadano, uno de los documentos fundamentales que produjo-; y la sudamericana de comienzos del siglo XIX, con las Juntas de Gobierno, y cuya expresión más importante fue la independencia de Argentina, Chile y el Perú, con el Ejército Libertador liderado por José de San Martín, y sellada por el Ejército Libertador del norte liderado por Simón Bolívar.

Todo esto es harto conocido. Lo que no lo es, es que en semejante declaración de derechos no se refería a la Humanidad, sino solo al hombre, al que le reconocía su condición de ciudadano, excluyendo a la mujer, no obstante haber ésta participado activamente en la revolución; y ser la figura femenina el símbolo de la libertad de los franceses, como la representó Delacroix en su obra La Libertad guiando al pueblo (1830).

Quien aclaró esta discrepancia sin importarle su vida, y que no se incluye en los libros de historia universal que nos enseñan en el colegio, fue Olimpia de Gouges, escritora, dramaturga, panfletista y filósofa política francesa, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, y de la frase que inicia esta publicación, como de estas otras tan revolucionarias como la propia Revolución francesa: «Mujeres, despertad, reconoced vuestros derechos. ¿Cuándo dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la Revolución?”.

Por supuesto que debió haber figurado entre los notables de la Revolución Francesa, pero no; invisibilizada como tantas otras heroínas, la traigo de vuelta a la vida, a través de esta reseña, y con el milagro de la tecnología y la comunicación que hoy disponemos.

El 14 de septiembre de 1791, solo un mes después de hacerse pública la Declaración de Derechos original, Olympia de Gouges denunció la incoherencia de los franceses en lograr una revolución tan importante con la ayuda de la mujer, y a quien olvidarían relegándola al plano doméstico «para el cual había sido hecha»; publicando un manifiesto de diecisiete artículos al que llamó Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, en el que proclamaba que la mujer “nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. En su obra pretendía alcanzar el universalismo que se debió contemplar, desde un principio. Entre sus propuestas más importes están el trato igualitario entre hombres y mujeres; el derecho al voto – en esta parte, pedía igualdad ante la ley sin importar el sexo, y añadió que si las mujeres podían ser condenadas, en referencia a la reina María Antonieta, podían también ser parte del debate-; también el de ejercer cargos públicos, el derecho de hablar en público sobre asuntos políticos, la igualdad de honores públicos, y de derecho a la educación; además fue la primera en defender públicamente la abolición de la esclavitud, y también la primera en registrar una obra de teatro anti-esclavista, denunciando el vil comercio de humanos, bajo la mirada inquisidora de quienes se enriquecían con ello; por esto no fue bien vista.

A semejanza de su compatriota Flora Tristán, sus reclamos son un reflejo de su vida personal: por ejemplo, exigió el derecho al divorcio, como resultado de la experiencia del matrimonio infeliz que había vivido (para ella, el matrimonio era “la tumba del amor y de la confianza”). Realizó planteamientos sobre la supresión del matrimonio como institución y la posibilidad del divorcio, impensable entonces. Como alternativa al matrimonio propuso la idea de un contrato anual renovable firmado entre concubinos y militó por el reconocimiento paterno de los niños nacidos fuera de matrimonio (ser hija bastarda del marqués de Pompignan), y no tener derecho a la herencia de su padre, hizo que su vida cambiara de rumbo; y ante el maltrato, la creación de centros de acogidas para mujeres; sentando las bases del feminismo.

Nuestra heroína, buscó triunfar en un mundo reservado a los hombres, y pagó por ello. Su obra fue muy fructífera, firmó más de treinta obras de teatro, novelas y un sinfín de panfletos patrióticos, también escribió muchas críticas como “hace falta barba en el mentón para escribir una buena obra dramática” dejaban entrever el claro ambiente misógino al que se estaba enfrentando. Su última obra saldría a la luz en 1792, poco tiempo antes de su muerte.

Olimpia apoyó en un principio a una monarquía republicana, y luego se unió a la causa republicana. Siguiendo la línea de Montesquieu, defendió la separación de poderes sin contradecirse con el hecho de que en 1793 iniciara la defensa de Luís XVI y se opusiera a Maximilien Robespierre y Jean Paul Marat. Fue su cercanía a los girondinos lo que determinó su suerte; cuando estos fueron eliminados en 1793, durante la época del Terror. Sus escritos contra el sanguinario Robespierre fueron decisivos para ser apresada y acusada de ser la autora de un cartel girondino, y tras un juicio breve, sin posibilidad de abogado, fue condenada a la guillotina donde murió el 3 de noviembre de 1793 .

En 1963, los esfuerzos para consolidar las normas relativas a los derechos de la mujer condujeron a la Asamblea General de las Naciones Unidas a solicitar a la Comisión que elaborara una Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer, que la Asamblea aprobó en última instancia en 1967. De ahí en adelante es la legislación no ha parado de modificarse a favor de los derechos de la mujer.

Aunque su figura y su legado fueron olvidados por más de 200 años, en el siglo XXI se recuperó su historia y es considerada una de las grandes humanistas francesas. Pero su nombre no está aún en el Panteón de Paris, que alberga los féretros de personalidades de la historia de Francia; no pierdo las esperanzas de que así sea.

Las imágenes a continuación son de dominio público, igualmente algunos datos como fechas, lugares.