En Italia, la llegada del verano no es solo un cambio de estación. Es una renovación del alma. En este país rodeado de agua, con miles de kilómetros de costa, de playas y una cultura profundamente ligada al exterior, el verano se vive como un renacimiento.
Los 60 millones de italianos lo esperan con ansias, especialmente en el norte, donde el frío y la grisura del invierno se instalan durante meses. Y cuando finalmente llega, algo en el aire se transforma: los armarios se vacían, los cuerpos se aligeran, las dietas se apuran, los planes se aceleran. Hay que estar listos. Lindos. Regios. Porque el verano no solo se vive: se muestra.
Los escaparates hablan de lino blanco, sandalias doradas, perfumes cítricos. Las revistas sugieren destinos, las redes sociales se llenan de terrazas y amaneceres. Se recupera el tiempo perdido. Se multiplican las esperanzas. El amor, la música, el baile, las cenas bajo las estrellas… todo parece más posible. Y todo, por un instante, se vuelve promesa.
En Milán, aunque no haya mar, la ciudad late al ritmo del verano. Los jardines se abren, los patios escondidos florecen, y los lugares con historia se reinventan. Así sucede con Don Lisander, uno de los restaurantes con más historia de la ciudad, tiene 78 años y sigue impresionando, este junio abre su temporada estiva con un ciclo de cenas en clave de Jazz, del 5 de junio al 24 de julio, ocho cenas acompañadas de ocho conciertos en una atmósfera estupenda con una aireado jardín predispuesto para las noches de verano.
No se trata solo de entretenimiento. Es una verdadera propuesta cultural, donde la tradición culinaria se encuentra con la herencia musical italiana y la calidez del jazz, precisamente se llama «Jazz Nights» Cenas con Concierto – Don Lisander & Blue Note Milano. En este espacio, los recuerdos se despiertan con una melodía, las conversaciones se suavizan con un contrabajo de fondo, y el paladar se abre a nuevos descubrimientos.

Y cuando el ambiente ya se ha encendido, entre los acordes de Vilminore, la calidez del swing y las luces suaves sobre las mesas al aire libre… llega la gran pregunta de la noche: ¿Qué cenaremos?
Es entonces cuando, entre platos italianos cuidadosamente preparados y copas que tintinean, irrumpe algo inesperado. Dos fechas —10 y 24 de julio— proponen un inicio que conmueve a quien escribe estas líneas: el ceviche peruano, servido como entrada de dos cenas bajo las estrellas.
Aquí el artículo toma un giro personal, porque no se trata de cualquier plato. El ceviche no es solo una receta: es un emblema del Perú, una síntesis de identidad, geografía, historia y sabor. Reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, es una preparación que une en un mismo plato el mar, los Andes, el ají y el limón de Piura. Y es profundamente simbólico que llegue a la mesa milanesa.
Investigo, pregunto. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? Descubro que, hace un tiempo, un chef peruano con estrella Michelin pasó por Don Lisander. No recuerdan su nombre, pero dejó una huella clara: enseñó al equipo a preparar el ceviche con precisión y respeto.
El chef actual me cuenta con entusiasmo: “Funciona maravillosamente. Lo servimos tanto en almuerzo como en cena, y siempre genera emoción.” Importan el ají amarillo directamente del Perú, cuidan los cortes del pescado y respetan los tiempos de marinado. Hay técnica, pero sobre todo, hay sensibilidad.
El 10 de julio y el 24 de julio serán dos citas ineludibles para quienes aman los sabores que cuentan historias. En ambas, el ceviche abrirá la cena con una interpretación creativa pero respetuosa de la tradición peruana. Y lo hará en dos versiones distintas:
– El 10 de julio, el ceviche se presentará con branzino, papaya, cipollotto agridulce y lime.
– El 24 de julio, con atún, mango, cítricos y menta.
Ambas noches proponen un recorrido completo. El menú del 10 de julio seguirá con un segundo plato de pez espada, acompañado por berenjenas en dos texturas, tomate en confitura y albahaca fresca. Para cerrar, un cheesecake con fruta de la pasión. Todo acompañado por un vino blanco seleccionado de la región de Verona.
El 24 de julio, luego del ceviche de atún, llega a la mesa la orata, servida con una composición de verduras de estación. El postre será un cheesecake con frambuesas y lime.
Y mientras los sabores se suceden, los sentidos siguen siendo acariciados por la música. Esa noche cantarán Simona Bencini con su Concierto UNFINISHED y CG Cifarelli y Rosella Cappadone, en un concierto titulado: “Oro, verde & blue”. Jazz italiano de altura, sensibilidad femenina, elegancia vocal. Una armonía perfecta entre lo que se escucha, se saborea y se siente.
Situado en via Manzoni, una de las calles más emblemáticas y transitadas de Milán a pocos metros de la Scala de Milán, al lado del Museo Poldi Pezzoli, cerca a la Galleria Vittorio Emmanuele y del Duomo, Don Lisander no es solo un restaurante: es un guardián de la memoria. Se distingue por su capacidad de recurrir a la historia, especialmente a la rica tradición milanesa, recuperando recetas donde el patrimonio cultural y gastronómico se entrelazan para contar una historia viva.

Pregunto a los Latinoamericanos ¿Sabía usted cuál era el postre preferido del Libertador San Martín? Don Lissander averiguó cuál era el postre preferido de Alessandro Manzoni, precisamente llamado afectuosamente «Don Lisander» lo han rescatado del olvido. Se llama “La Providenza”, una torta que se preparaba al finalizar la Navidad con todo lo que quedaba de las fiestas. Repropuesta con maestría, hoy se sirve con orgullo: deliciosa, cargada de memoria y de sabor.
Unir el pasado con el presente, revalorizar, reinterpretar, innovar. Ese es el gesto que nos recuerda que el estudio y la investigación también pueden rendir frutos en el paladar. Y que una cena puede ser mucho más que una comida: puede ser un viaje.
GALERIA DE FOTOS, INTERIOR DEL RESTAURANTE DON LISANDER
Via Alessandro Manzoni, 12/A – 20121 Milano MI