La Desaceleración Económica Mundial

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La economía global, en setiembre del 2025, se enmarca en dos niveles de reporte. El indicador clave, el Producto Interno Bruto (PIB) global, se encuentra en una importante desaceleración, con proyecciones de disminuir al 3.2% este año y continuar el descenso al 2.9% en 2026, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Este enfriamiento es el resultado directo del prolongado ciclo de altas tasas de interés y la creciente fragmentación geopolítica. La nueva realidad es una economía mundial donde la fortaleza de unos pocos impacta sobre la debilidad de la mayoría.

Esta desaceleración no es uniforme, lo que ha llevado a una profunda brecha de rendimiento entre bloques económicos. Los mercados emergentes y en desarrollo (E&D) conservan un impulso significativo, con una proyección de crecimiento colectivo del 4.4% para el 2025 de acuerdo al Banco Mundial. Este dinamismo es impulsado por gigantes como China, cuya economía se espera que crezca un robusto 4.9% (OCDE), reafirmando su rol como principal motor de la expansión global. Contrastando marcadamente, las economías avanzadas, afectadas por la necesidad de consolidación fiscal, como: Estados Unidos crecería solo un 1.8% y la Zona Euro apenas alcanzaría un 1.0% de acuerdo a la OCDE.

El mayor riesgo que amenaza en afectar estas moderadas proyecciones es el resurgimiento del proteccionismo comercial. Las tensiones se han materializado en una escalada arancelaria que frena los flujos de bienes y la inversión transfronteriza. De hecho, la tasa arancelaria efectiva de EE. UU. ha alcanzado el nivel crítico del 19.5% a finales de agosto. Esta política de aumento de las barreras comerciales crea ineficiencias en las cadenas de suministro y aumenta los costos para los consumidores a nivel mundial, actuando como un poderoso freno a la inversión a largo plazo necesaria para impulsar el crecimiento estructural.

En este contexto, el factor monetario sigue siendo decisivo. Pese al enfriamiento global, la inflación estructural, especialmente en el sector servicios, limita la capacidad de los bancos centrales para aliviar rápidamente las condiciones financieras. Aunque la Reserva Federal de EE. UU. ha iniciado su flexibilización, con su tasa objetivo proyectada entre 4.00% y 4.25% en setiembre, este nivel de restricción mantiene el costo de la deuda alto para los gobiernos y las empresas en todo el mundo. Este entorno desvía capital de los mercados de riesgo hacia activos más seguros y restringe el acceso al crédito, especialmente para los mercados emergentes.

El desafío global del 2025 no reside en evitar una recesión, sino en gestionar esta peligrosa divergencia económica. Las naciones avanzadas deben centrarse urgentemente en reformas de productividad e inversión en tecnologías de punta para salir de su estancamiento. Por su parte, los mercados emergentes deben aprovechar su actual fortaleza del Producto Bruto Interno, para consolidar sus finanzas públicas y mitigar su vulnerabilidad frente a los choques externos. Solo mediante una cooperación renovada y políticas estructurales firmes se podrá asegurar que la desaceleración global no se convierta en una parálisis económica a largo plazo.

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Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid - España, Maestría en Administración (Universidad Autónoma de Guadalajara – México) y Maestría en Administración Pública (Instituto de Estudios Superiores en Administración Pública en México D.F.). Economista de la Universidad de Lima (1974). Decano de la Facultad de Economía durante 14 años, Director de la Escuela de Post Grado (3 años) y Catedrático Principal de Economía de la Universidad de Lima. Vocal de la Sala Especializada en Protección al Consumidor (agosto 2012 – agosto 2017). Actualmente, Gerente General de Asesoría y Negocios Financieros S.A. – ASFINSA, Director independiente de empresas privadas y Experto en valorizaciones económicas para la determinación del daño emergente, lucro cesante, costo de oportunidad y daño moral.