Hemos escuchado ya esta mañana, vamos a seguir haciéndolo, que hoy es un día para la celebración, pero también para la renovación de compromisos. Por eso conviene dar primero las gracias a todas las personas que durante estos 80 años han logrado que la FAO siga siendo una autoridad técnica y tenga su legitimidad política. También han mantenido vivo ese impulso fundacional que nos sigue guiando, para concentrarnos en una idea esencial que parece fácil de decir, pero difícil de cumplir, intentar, seguir intentando mejorar la situación de más de 600 millones de personas que no tienen alimento alguno, hoy 16 de octubre tampoco, y que casi 2.300, 2.600, 3.000 millones de personas, las cifras bailan, no se puedan permitir una alimentación saludable.
Nos ha tocado vivir tiempos, tiempos difíciles. Asistimos constantemente a esa revisión de principios que creíamos inalterables desde que se fundó este sistema de Naciones Unidas. Principios como el multilateralismo, ya lo hemos escuchado, la cooperación al desarrollo, el vínculo entre financiación y justicia social o la consideración de la alimentación como un derecho humano e inalienable. Alimentación, claro está, que sea sostenible, suficiente, saludable, adecuada. Y que, por supuesto, también se reduzca al máximo el consumo de productos ultraprocesados, que es lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Me van a permitir muy rápido y me van a perdonar que enumere algunas razones para la desesperanza, que es lo que además señala la FAO y otras agencias de Naciones Unidas:
- Primera, el hambre es un arma de guerra en algunos lugares del mundo y todavía es una herida abierta.
- Segunda, hay sectores de la sociedad civil que están denunciando la concentración corporativa de algunos sistemas alimentarios.
- Tercera, nosotros sabemos de memoria, el desperdicio alimentario, un tercio de la producción mundial de alimentos acaba en la basura.
- Cuarta, sequías, inundaciones, la desertización, fenómenos extremos del cambio climático que afectan en mayor medida a quienes menos tienen, a los más vulnerables y que casualidad, resulta que son los que siempre sufren más.
- Quinta, quienes son la columna vertebral de la agricultura familiar, del cuidado de los hijos, de la gestión alimentaria de los hogares, esto es, las mujeres, señores, las mujeres son quienes siguen enfrentándose a la desigualdad a la hora de acceder a recursos, a crédito, a educación y a tecnología.
- Y en este sexto creo que es ya estas sextas razones para la desesperanza, nombro rápidamente algunas guerras prolongadas, tensiones geopolíticas, migraciones forzadas, volatilidad de los precios, pérdida de la biodiversidad, ese número creciente constante que no para de personas, sobre todo jóvenes, con problemas de sobrepeso y obesidad.
«…han mantenido vivo ese impulso fundacional que nos sigue guiando, para concentrarnos en una idea esencial que parece fácil de decir, pero difícil de cumplir, intentar, seguir intentando mejorar la situación de más de 600 millones de personas que no tienen alimento alguno, hoy 16 de octubre tampoco, y que casi 2.300, 2.600, 3.000 millones de personas, las cifras bailan, no se puedan permitir una alimentación saludable…»
En fin, con este panorama. Me van a permitir que vuelva al principio, que intente mantener la calma, recobrar algo de esperanza y recordar lo logrado en estos 80 años por la FAO. Recordar también que la FAO sigue teniendo un cuerpo técnico de una alta cualificación, muy sólido, extraordinario y que tiene un gran prestigio en todos los países donde trabaja sobre el terreno. España está muy comprometida con la FAO. Promovemos sistemas alimentarios más sostenibles. Por supuesto, el derecho a la alimentación saludable. Colaboramos también y trabajamos reforzando ese trabajo con parlamentos en América Latina. Construimos también esos sistemas, como decía, más sostenibles. Estamos ayudando también en contextos de conflicto y aportando a esta organización conocimiento técnico y especialistas siempre que se necesite.
Voy a terminar recordando lo que dijo el Rey de España en la última Asamblea General de Naciones Unidas dijo que: «la dignidad del ser humano no es negociable». Y solamente si ponemos en el centro de las políticas alimentarias los derechos de las personas, respetaremos esa dignidad. Y me gustaría, por favor, que si hay alguien en la sala o en algún lugar que tenga una idea mejor que la cooperación multilateral para conseguir que las personas tengan una alimentación adecuada, que venga aquí, por favor, y que nos lo diga. Mientras tanto, vamos a tener que seguir empeñándonos en trabajar, en cooperar, en acompañar, en preocuparnos, en ayudar a las personas que no han tenido tanta suerte como nosotros y que tienen una vida más difícil. Su Santidad el Papa lo acaba de decir ahora mismo, «veamos el sufrimiento ajeno como algo propio».
Grazie, muchas gracias.