Entrevista a Jean-Marie Gustave Le Clézio. Premio Nobel de la Literatura 2008

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Schermata 2016-07-18 alle 23.20.05JEAN- MARIE GUSTAVE LE CLÉZIO, es el invitado especial de la Feria Internacional del Libro de Lima. Nació en Niza, Francia, en 1940. Es autor de más de 40 obras traducidas a diversos idiomas. A los 23 años alcanzó la fama con su primera novela El atestado (1963), que fue galardonado con el prestigioso Premio Renaudot. En 1980 fue distinguido con el prestigioso premio Paul Morand que le otorgó la Academia Francesa por el conjunto de su obra. En 1994 fue elegido por los lectores de la revista francesa Lire como el mejor escritor francés vivo. En 2008 recibió el Premio Nobel de Literatura por ser “el escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la reinante”. Entre sus obras destacan El diluvio (1966), La cuarentena (1995), El pez dorado (1997), El africano (2004), La música del hambre (2008), entre otros.

A continuación les proponemos la entrevista que le fuera realizada precisamente en la FILIM

Su  familia se estableció en las islas Mauricio, uno de los estados más pequeños del mundo, ahora vive en China. Pasó por diferentes mezclas culturales, su padre tomo la ciudadanía británica, la primera vez que escribió un cuento tenía ocho años y viajaba hacia Nigeria, precisamente a conocer a su Padre. Gracias al libro que escribe referido al choque de la vida con las instituciones, es elogiado por el General de Gaulle, quien le envía una carta en 1963 donde le dice «haber conocido otro mundo que cree era el mundo real». Ha recibido el premio Nobel en el 2008 y la justificación dice que «es una obra de ruptura, de aventura poética, de éxtasis sensual, de exploración de la humanidad más allá y por debajo de la civilización dominante. De todas las características ¿Cuál es el más cercana a su literatura?

El mundo es un terreno común a todos los seres humanos y hay que salir de su casa, de su barrio, de su ciudad, de su país para encontrar a los demás. El mundo no se reduce a un barrio. La aventura siempre me ha gustado, recuerdo cuando conocí en México, en Michoacán, a un muchacho que se llamaba Juan Ventura, originario de un pueblo indígena, él estaba en un momento de ruptura «o iba a ser un indígena o uno de la ciudad» estaba entre los dos mundos, era muy joven, tenía 16 años, su primer experimento fue vender juguetes de plástico en el mercado y luego regresaba al pueblo de su familia y un día, desapareció, se fue a vivir a los Estados Unidos. Su familia estaba muy preocupada, yo lo vi como un ejemplo del mundo moderno, un joven debe irse a la aventura, me identifico con este muchacho porque en cierto momento de mi vida estaba entre la disyuntiva de vivir en París en el «barrio latino» alrededor de las Editoriales, tuve la tentación de hacer parte de esa tribu pero tenía otra tentación, irme a buscar el mundo. Ir de un continente a otro. Al principio pensé que podía hacer cualquier cosa, un amigo me invitó para trabajar en la sierra de México, como leñador, pero no lo hice porque no tenía la fuerza para hacerlo; luego para hacer de guía en Yucatán porque me interesaban las culturas prehispánicas y no lo hice. Me quede como escritor, y enseñar, enseñé México en los Estados Unidos y ahora, enseño México, en China,

En el discurso que dicta en Estocolmo, señala que el punto de partida de su obra es la guerra, es lo que nos diferencia a los latinoamericanos de los europeos, vivimos separados por la guerra y la violencia. Lo que le  importa no es el enfrentamiento sino la guerra pensada y sentida por los niños.

Yo vivía en una familia donde había muchas mujeres, los hombres no estaban presentes, era un tiempo de hambruna, recuerdo haber pasado hambre, cuando hablan de guerra me preocupo no por los guerreros sino por las familias, cuando están en medio de bombarderos y de acontecimientos terribles. Fue uno de los motivos para escribir, porque sentí las consecuencias de la guerra. Los niños eran privados de todo, de la leche, de los dulces, de la sal. Recuerdo, cuando se acabó la guerra, con mi hermano nos precipitábamos a comer sal porque nos había faltado así como el aceite, yo bebía el aceite de las latas de sardina. Creo que comparto estos sufrimientos con las poblaciones que viven hoy la guerra, hay niños que están padeciendo esto lo vemos en la Televisión, en los periódicos y me siento conectado con estas poblaciones. Como acontecimiento, la guerra no me interesa, me importa la vida de los civiles en tiempo de guerra, el hambre es como un estribillo, te persigue y regresa.

Hace estudios universitarios en Niza luego en Bristol, hace los servicios militares y decide ir a Asia a Thailandia para realizar el servicio civil. Encuentra que hay prostitución de menores, tiene un choque con las instituciones y decide irse de Asia hacia América latina llegando en México para hacer servicio civil. ¿Cómo es su contacto con México?

Mi llegada a la ciudad de México fue en agosto, llegaba de Francia por cambio de avión, yo venía de Thailandia. Recuerdo que a mi llegada a México hubo una tempestad fuerte con rayos y tuve la impresión de haber llegando a un país asiático, los mexicanos se parecían mucho a los asiáticos, sobre todo los que vivían alrededor del aeropuerto, eran los pobres de México, la población natural. Luego, encontré lo español, estuve alojado en casa de una española. Mi contacto con el idioma español, me encantó hablar con la gente, mi español es callejero, después aprendí las cosas importantes de América latina el ser cortés, en Francia, somos groseros, aquí las formas son muy importantes. Poco a poco, descubrí la realidad de México, lo que me ayudó fue la biblioteca del Instituto Francés de América latina que tiene una colección del siglo XVI y XVII, libros de unos cronistas del Perú, Garcilazo de la Vega, Huaman Poma de Ayala. La lectura me ayudó para comprender la vida del siglo XX en México, me dio la impresión que era un mundo con dos velocidades: una moderna y otra cara mágica, casi invisible, que se aparecía, de vez en cuando. El 12 de diciembre en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe vi la gente que caminaba de rodillas hasta el altar de la Virgen, hombres y mujeres del pueblo, esta fe del pueblo mexicano me conmovió muchísimo, yo fui educado en la religión católica pero ahí vi la fuerza física de la religión. En medio de esta gente, que caminaba de rodillas, estaban los «manchegos» con sus plumas y cascabeles que bailaban como haciendo una oración a nuestro Dios, para mí fue un choque extraordinario. En los libros del siglo XVI, se lee la cultura pasada, he visto gente que se hincaba la lengua con las espinas del aloe, eso  estaba descrito en las crónicas del siglo XVI, se realizaba como algo de místico, también está presente ahora, todo ello me transformó muchísimo.

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Fruto de estas experiencias tenemos lecturas sobre México antiguo, «el sueño interrumpido». ¿Por qué escoge ese título y además, sostiene que en la conquista «chocan dos sueños opuestos».

Un mundo mágico que encuentra un mundo cínico, no es un choque de culturas sino de mentalidades que es desastroso para el mundo mágico, la fuerza mágica, espiritual del mundo indígena ha sobrevivido y ha modificado el mundo real, lo que América latina dio al mundo fue un encuentro, una reconciliación de los seres humanos, tenemos todos la dualidad entre lo mágico y lo racional.
Hay una leyenda de los españoles que llegaron al nuevo mundo, a México y encontraron a la gente cerca al desierto norteamericano donde llegó el explorador Coronado. La población indígena, asustada de ver gente tan diferente, suena la leyenda que «el jefe extendió un recipiente y el español le dio una limosna, le hizo un regalo. Pero, había un mito en la población, que iba a llegar a la población hermanos perdidos y extendiéndole el recipiente le daría la mano para juntarse todos, en cambio, el español le dio una moneda».

Recorrió América latina y encontró en Panamá a quienes le llevaron a una aventura

Sucedió cuando fui con un amigo a Panamá, a un barrio pobre, no peligroso pero si feo, encontré unos muchachos vestidos con ropas rotas, sus caras estaban pintadas de color negro y azul con el cabello bien peinado con una actitud de optimismo hable con ellos y me dijeron que vivían en la selva del Darién, me invitaron a conocerla. Después, regresé, tomé un barco, me quede tres años viajando por los ríos, encontrando a gente sin rumbo, paseando, era gente muy hospitalaria. Ahora esa zona se ha vuelto un mercado de droga, esa población ha sido forzada a irse de sus tierras a los pueblos, lo que viví, fue un buen momento. En mi vida hice dos viajes: uno para encontrar a mi padre y la otra para encontrar a mis hermanos en la selva del Darién en Panamá.

Ya no quiere escribir más, había ya escrito cinco libros pero, los hermanos del Darién,  le estimulan a volver a escribir, aunque ellos tienen una literatura oral.

Era una vida difícil con zancudos, con diferentes escaseces, ellos tienen un idioma para todos los días y el otro el literario. Este segundo, me impresionó porque yo ya no tenía confianza en la literatura, no sabía dónde iba a ir, me encontraba en duda y ellos me impulsaron tener más confianza en la literatura. En particular, porque encontré a una señora de cuarenta años, ella vivía sola, iba de casa en casa contando historias, cantaba, todos la escuchaban, tenía collares de plata que acompañaban el ritmo de su cuento y , en ciertos momentos, tenía la impresión ser testigo de ver el nacimiento de la parte épica de la literatura,  tuve la impresión que la literatura no era únicamente papel, ni computer, que la literatura está dentro de algunos seres humanos para compartir una especie de encanto que el escritor puede comunicar a los demás.

Vuelve a Europa, cumples 40 años y va a Mauricio para encontrar a la gente que había conocido a sus padres
Su fue una necesidad desde mi niñez, porque usando mi padre volvió de Nigeria hizo llegar una gran caja con papeles que mi abuelo había reunido, documentos en los cuales se buscaba un tesoro imaginario  inventado por él, muy estructurado, dibujado los mapas reuniendo los documentos e informaciones. Mi abuelo, se fue a vivir en un islote fuera de Mauricio se llamaba Rodríguez, se quedó en esa isla muchos años tratando de encontrar el tesoro, trabajando la tierra, anotando los detalles del paisaje, incluso, compró terrenos para encontrar el tesoro. Yo lo encontré leyendo y se volvió una obsesión seguir las huellas de mi abuelo. Ahí surge el libro «El buscador del tesoro» y el libro «La cuarentena», surge gracias al abuelo que era padre de mi Mamá, él que se quedó en la isla donde había una cuarentena porque en el barco en el cual viajaba, había viruelas y los bajaron para que no contagien y escribí la novela partiendo de historias familiares.

Otro libro de historia sobre adivinanzas, de literatura oral.
Existe en todas las culturas, en México también, las adivinanzas de los aztecas los interpretó Sor Juan Inés de la Cruz. En la isla Mauricio con mi esposa hablamos con una persona que vivía cerca a la casa de las divinanzas, recogimos lo que en Madagascar llegó a ser como un arte de la imaginación, de la poesía. Puedo dar un ejemplo,»tiene un vestido pero no tiene pantalón: es la cucaracha». Otra complicada «un pescador tira el anzuelo pero no sabe que pescará» para decir que escribes una carta pero no sabes qué sucederá, una metáfora de  la literatura, lo mismo sucede con la literatura y el cineasta Bresson recogió la idea para comparar el cine con un pescador, que sale de la profundidad y  no sabes adónde llegará y también  nos hace pensar en el budismo, lo que puede ser la sorpresa en la vida, hay una parte de sorpresa en la vida.

En los últimos años has vivido de acuerdo a las estaciones en varios países a la vez, una parte del año en China otra en Nuevo México y otra entre Niza y ahora Perú.
Me gusta pasar el tiempo en los lugares. El viaje es algo que tiene que ver con la búsqueda mental que debe hacerse en la vida, hay quienes hacen el viaje vertical yo lo hago horizontal porque me da miedo, no me encuentro a mí mismo pero si encuentro a mis hermanos del Darién, del Perú, gente ajena que puedo imaginar, por ellos, lo que yo tengo adentro. Pienso que el día que encontraré a mi doble voy a morir,  prefiero encontrar el ajeno que me da vida.

El cuento que escribiste a los ocho años ¿lo escribiste para no tener angustia?
Si, miedo a lo desconocido porque si a los ocho años te ponen en un barco y te dicen que vas a conocer a tu padre. La guerra era dura pero suave, mi madre y mi abuela me apoyaron en mi vocación artística en cambio mi padre era un hombre lógico y racional y la vida artística no era racional para un hombre duro.  .

El año pasado después de los actos terroristas de Paris, publicaste «Carta a mi hija» donde lamentas no haber participado en la marcha en rechazo a la violencia y explicas porque valoras que ella si lo haya hecho y críticas a los pesimistas franceses que no dan fuerza a los jóvenes. Tu hija te contó que cuando caminaba vio a un niño africano que no alcanzaba a ver la calle, te recordó en él.

Este detalle lo mencionó mi hija y me conmovió. Me dio la evidencia que cada generación debe reinventar el mundo, el mundo que estamos dejando no es un mundo muy bueno es un mundo bastante malo, lo que pasó en París o lo que pasó en Niza lo demuestra. La juventud está lista para manifestar su confianza su deseo que la vida triunfe y la presencia de este niño que quiere ver lo que está pasando es la representación,durante la marcha ella dirigió su mirada hacia arriba y vio este niño que le dio la idea de la juventud que supera las tragedias. Debemos vivir para que un niño pueda ver desde su balcón lo que pasa. Cuando yo fui niño en Niza y pasó el ejército de Rommel, mi Mamá me lo hizo ver a través de las persianas y me dijo «mira lo que está pasando, nunca lo olvides». Era el ejército que regresaba de África.  Así son las memorias, la imagen que me dijo mi hija me hizo pensar.

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