Meses antes de su llegada, en Estrasburgo se vivía un clima de sorpresa y en el aire se respiraba adrenalina. Algunos trataban de darle al evento un tono de normalidad, sin embargo, las solicitudes de asistencia por parte de la prensa crecieron exponencialmente y todos los euro-parlamentarios confirmaron su presencia, incluso aquellos, para retirarse inmediatamente como efectivamente sucedió. A nadie dejaba indiferente esta visita. Un hemiciclo compuesto por 750 neo europarlamentarios, muchos ya cautivados y encantados por este hombre que viene del sur del mundo, una sonrisa afable con una mirada profunda y escrutadora.
Poco a poco las autoridades, los lideres mundiales, los gobernantes han ido perdiendo peso y credibilidad, las referencias, tan necesarias en la raza humana, se han ido poco a poco disolviendo. La renuncia de Papa Ratzinger para muchos generó un sentimiento de desconcierto, desanimo al percibir que los problemas y las fuerzas del mal eran superiores, se impuso un creciente sentimiento de desorientación.
El Papa Francisco, un hombre latinoamericano fuerte, directo poco europeo que aprecia la cultura europea, su proceso y su liderazgo, que habla claro, es seguro de lo que dice y le viene del fondo de su sentir como hombre de fe. En poco tiempo, ha logrado establecer una comunicación con el pueblo cristiano y no sólo. Hacia él hay un respeto natural, su pensamiento es una referencia para todos. Sorprende cada vez con sus programas, con sus ideas, con la rapidez de sus decisiones.
Y ahora, ha sacudido al Parlamento Europeo.
Si, lo ha sacudió con un discurso de responsabilidad del rol que debe ocupar en el mundo, de los problemas que debe afrontar sin esconderse, evocando uno de los fresco de Rafael que representa a la Escuela de Atenas donde están refigurados Platón y Aristóteles, “el primero con el dedo apunta hacia lo alto; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia el observador, hacia la tierra, la realidad concreta” donde el Papa encuentra que esta pintura es Europa con su historia que es un encuentro entre el cielo y la tierra, lo trascendente y la capacidad concreta de resolver sus problemas. De esta fuente deben llegar las soluciones, del “redescubrimiento del nexo vital e inseparable entre estos dos elementos” depende el futuro de Europa.
De ahí surgirá la defensa de la “persona humana” dentro de una familia de composición diversa y enriquecida, favoreciendo sus cualidades.
Resalta la educación europea que parte de la familia donde “la familia unida, fértil e indisoluble trae consigo los elementos fundamentales para dar esperanza al futuro”. Una familia incluyente también de ancianos muchas dejados a vivir en soledad.
Dar rienda suelta a las capacidades de los jóvenes, dándoles esperanza en una Europa con futuro implicará también encontrar soluciones para el próximo futuro y mas aún, como el Papa Francisco señaló “Numerosas son las potencialidades creativas de Europa en varios campos de la investigación científica, algunos de los cuales no están explorados todavía completamente. Baste pensar en las fuentes alternativas de energía, cuyo desarrollo contribuirá mucho a la defensa del ambiente”.
Aclaró los términos en los cuales debemos “custodiar” la tierra que no poseemos y debemos cuidarla, dejando de lado la soberbia que conlleva el irrespeto a la tierra y a su vez una mala distribución de sus frutos por lo cual tenemos“toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas” mientras “millones de personas en el mundo mueren de hambre”.
Otros dos temas fueron el desempleo y la necesidad de “buscar nuevos modos para conjugar la flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectivas laborales” y la migración donde “no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio”.
Seguramente dar relevancia a la identidad europea ha sido el mejor impulso de autoestima a esta Europa un poco desconcertada ante una crisis económica sin precedentes, como señaló “ser conscientes de la propia identidad es necesario también para dialogar en modo propositivo con los Estados que han solicitado entrar a hacer parte de la Unión”.
Un mensaje de coraje concluye su discurso haciendo evidente las bellas realizaciones que se encuentran en el territorio de la Unión, la responsabilidad de seguir construyendo también junto al cristianismo, ambos unidos desde hace más de dos mil años, dejar atrás los temores y dar paso a una “Europa protagonista, trasmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe” pero que, “ha llegado la hora de construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana”.
Una visita que ha infundido esperanza, coraje y refuerzo de identidad con la responsabilidad de desempeñar un papel importante, teniendo presente los logros, fracasos, errores y aciertos de reconstruir sobre las cenizas, que hará de este pueblo europeo, si ellos lo querrán, un faro de luz en la civilización actual y futura.