Damos la bienvenida a nuestro Colaborador, Dr. Jorge Riquelme Rivas, conocido analista político chileno. En esta artículo, analiza la política de defensa de Chile, bajo una perspectiva internacional. A su vez, analiza la región Sudamericana, los retos y amenazas que está enfrentando así como las acciones que se están tomando para hacerles frente. Es el caso del Consejo de Defensa Sudamericano y la reciente creación del Grupo de Trabajo.

La política de defensa de Chile se encuentra en una encrucijada. Sin perjuicio de la relevancia de las complejas relaciones del país con sus vecinos del norte, resulta esencial reflexionar sobre dicha política pública bajo una óptica de largo plazo, que supere lo estrictamente geopolítico y limítrofe. El contexto global e interdependiente actual, en el que Chile ha optado por insertarse plenamente, está marcado por la incertidumbre. Las amenazas y riesgos son cada vez más complejos y diversificados, por lo que el enfoque de análisis debe ser integral y multidimensional.
El contexto de interdependencia regional e internacional donde se desenvuelve Chile implica nuevos desafíos, como son las crisis económicas que periódicamente vive el capitalismo global; los desastres naturales, cada vez más recurrentes ante los impactos del cambio climático –de hecho, el país está permanentemente expuesto a un amplio abanico de desastres naturales, entre los que se cuentan sequías, incendios forestales, inundaciones y terremotos-; los ciberataques; la creciente competencia entre los Estados por los recursos naturales y energéticos; el incremento del terrorismo y el crimen organizado transnacional –Chile comparte fronteras con países productores de cocaína-; así como las graves turbulencias políticas que acontecen en variados lugares del mundo, como es el caso en Medio Oriente, África y Asia Pacífico; entre muchos otros temas. Este panorama da cuenta de un escenario donde la tradicional guerra interestatal va en retirada, ganando fuerza, en su lugar, los cada vez más presentes conflictos asimétricos.

Ante tamaños desafíos urge elaborar e implementar una estrategia de seguridad y defensa, que articule las diversas políticas públicas que guían el accionar de Chile en el escenario internacional actual, particularmente la política exterior y la política de defensa, por cuanto las carteras encargadas de estas materias no siempre trabajan de manera coordinada y coherente. No debe olvidarse que la complejidad de las políticas públicas en la actualidad necesita de un acentuado trabajo interministerial e intersectorial.
Por lo demás, el mismo Libro de la Defensa Nacional del año 2010 sostiene que para el Estado chileno es de particular interés y conveniencia la estrecha vinculación y coordinación entre su política de defensa y política exterior, las que deben complementarse y potenciarse mutuamente, actuando la primera en respaldo de la última. En este punto, cabe anotar que la dificultad de esta relación interministerial no sólo es propia de Chile. Lo anterior, en virtud de una política de defensa que deberá acentuar sus rasgos cooperativos, en desmedro de la tradicional conceptualización defensivo-disuasiva. Además, un trabajo integral en este sentido requiere, por su naturaleza, también del activo concurso del Ministerio del Interior y Seguridad Pública.
Avanzar en la dimensión cooperativa de la defensa, en el terreno internacional, y en la coordinación interagencial, en el plano interno, resulta concordante con el actual contexto regional e internacional que enfrenta nuestro país. En el espacio vecinal no se avizoran amenazas inminentes, relacionadas con las clásicas hipótesis de conflicto. Es más, en el ámbito regional diversos países han avanzado hacia la desactivación de dichas posibilidades, lo que hace poco probable un escenario de guerra interestatal en el entorno. De hecho, la región se encuentra entre las zonas más pacíficas del mundo desde el punto de vista del conflicto bélico y con los menores niveles de gastos militares. En esta línea, diversos esquemas regionales han declarado a la región como Zona de Paz, ante lo cual los países han señalado sus intenciones de operacionalizar tales instrumentos mediante la conformación de una comunidad de seguridad, donde los Estados han abandonado el uso de la fuerza como medio de solución de las controversias que pudieran suscitarse entre ellos.
Del mismo modo, lo anterior parece adecuado con la prioridad que ha expresado la política exterior de Chile hacia la región de América Latina, particularmente América del Sur, donde destaca el desarrollo que exhibe el Consejo de Defensa Suramericano, que ha servido como un instrumento de relevancia para incrementar la confianza, la transparencia y la cooperación en el ámbito de la defensa regional.
En consecuencia, el panorama de cooperación y estabilidad que se aprecia a nivel regional da cuenta de un escenario donde el conflicto interestatal parece poco probable, por lo que la política de defensa debe adecuarse a un contexto en el cual las amenazas y riesgos más ciertos provienen, por ejemplo, de los desastres naturales y antrópicos, el crimen organizado, así como de eventuales desestabilizaciones en otras regiones del mundo, como Asia Pacífico, donde se ubican relevantes socios comerciales de Chile, particularmente China, actualmente el principal comprador del cobre chileno.
Igualmente, los ataques cibernéticos han demostrado que el ciberespacio se configura como un nuevo escenario de confrontación y competencia entre los Estados, ante lo cual el país debe actuar de manera urgente. En América del Sur, el Consejo de Defensa Suramericano ha puesto al tema al centro de su agenda, conformando un Grupo de Trabajo encargado de la materia, luego del conocimiento de actividades de ciberespionaje sobre el Gobierno de Brasil, por parte de Estados Unidos. Este es un tema en el que Chile presenta vulnerabilidades, no contando, hasta el momento, con una estrategia de ciberseguridad, la cual sí poseen otros países de la región, los que incluso han avanzado en la conformación de comandos para los temas de ciberdefensa, como es el caso de Argentina, Brasil y Ecuador.
Todo lo antes señalado en este texto supone una profunda reflexión respecto de eventuales roles que puedan potenciar las fuerzas armadas chilenas, ya sea en apoyo a la proyección exterior y a la altura estratégica del país, a través de actividades en operaciones de paz y en la esfera de la cooperación internacional (cabe señalar a este respecto que la eventual participación de fuerzas chilenas en operaciones internacionales en el continente africano supondrá, asimismo, un enorme desafío de despliegue, sostenibilidad, interoperabilidad y transporte estratégico) o realizando acciones específicas y acotadas en apoyo de las instituciones encargadas de la seguridad pública, mediante un activo trabajo interagencial.
Desde luego, la imperativa adaptación de las fuerzas armadas chilenas a estas nuevas realidades conlleva un mayor impulso hacia el trabajo conjunto y en el desarrollo de capacidades polivalentes, teniendo claro que los eventuales roles que se asuman se enmarcan en un contexto político doméstico determinado por la normalidad y estabilidad de las relaciones civil-militares.
Cabe destacar que, en el contexto político y social chileno, cualquier reflexión y análisis debe hacerse conjuntamente entre las instituciones de la democracia –como son el ejecutivo, el congreso, los partidos políticos y la sociedad civil– y de cara a la ciudadanía, considerando que la política sectorial de defensa constituye una política pública fundamental para un régimen poliárquico, que requiere, por lo tanto, del conocimiento y activo concurso del país en su conjunto. Bajo esta perspectiva, esta discusión puede servir como un aliciente para incrementar el conocimiento y la legitimidad de las actividades del sector defensa, donde se debe seguir avanzando en la consolidación del liderazgo civil y en la transparencia en materia de financiamiento.
Por último, resulta ineludible que la política de defensa se haga coherente con una política exterior que busca la plena inserción global del país, con una mirada desde la región, congruentemente con la idea de la convergencia en la diversidad, propuesta por el Canciller Heraldo Muñoz. Sin dejar de valorar apropiadamente los temas de la agenda vecinal, ello involucra dejar de considerar a la disuasión como el concepto estructurador clave de la política de defensa, para pasar a adoptar a la cooperación como el elemento catalizador de las relaciones estratégicas de Chile, en conformidad con la diplomacia de corte internacionalista que articula Chile. Las actividades de Chile en el marco del Consejo de Defensa Suramericano representan una clara oportunidad en tal sentido.
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«A lo mejor esa monotonía con estrecheces era la felicidad, esa discreta falta de convicción y de exaltación y de ambición, a lo mejor era esa suave mediocridad en todo». Mario Vargas Llosa. Conversación en la Catedral.
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