4.2. Las dificultades del sindicalismo nacional

El sindicalismo chileno, representado mayoritariamente en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT)(4) no ha logrado erigirse como un movimiento político y social relevante en el actual escenario  de la sociedad chilena. El  movimiento sindical está atomizado, diezmado y orgánicamente debilitado,  y las razones por las que el sindicalismo nacional no ha estado a la altura de los desafíos planteados desde el retorno a la democracia, son complejas.  La injerencia de los partidos políticos en las centrales sindicales, la cooptación por parte de los gobiernos –de la Concertación y luego de la Nueva Mayoría- en las organizaciones sindicales y gremiales y, por cierto, una normativa laboral autoritaria han contribuido a que el sindicalismo no logre expandirse como en otras épocas de la historia republicana de nuestro país. En los hechos, la tasa sindical en Chile oscila entre 14, 7% y un 16,4% -pese a que según últimas investigaciones, esta tasa de membresía se bordearía el 20%, tras la implementación de la Ley 20.940-, pero la cobertura en los procesos de Negociación Colectiva no superaría  el 11%.

Paralelamente, las propias inhibiciones del sindicalismo, la falta de formación y capacitación sindical, la escasa democracia sindical interna, la exigua renovación de los cuadros sindicales son cuestiones que impactan directamente a la esencia del sindicalismo. La histórica Central Unitaria de Trabajadores (CUT) continuadora de la Central Única de Trabajadores fundada en el año 1953 que se mantuvo activa hasta el día del Golpe Militar de 1973, se encuentra en una profunda crisis.

La gota que rebalsó el vaso fue la penúltima elección de la CUT de agosto del 2016. Lo que debía haber sido una contienda electoral sindical medianamente normal como muchas otras se transformó en un gran escándalo que acaparó el interés de la opinión pública y sigue siendo noticia hasta el día de hoy. Las acusaciones acerca de padrones electorales adulterados, dirigentes sindicales eliminados de los registros electorales, organizaciones y agrupaciones sindicales sobre-dimensionadas y sindicatos fantasmas -entre otros agravantes- pusieron una nube de incertidumbre y de desconfianza en los resultados del proceso electoral sindical. La previsible consecuencia es una “crisis” de credibilidad en la CUT, de sospechas de utilización partidista y descomposición orgánica, aspectos fuertemente criticados por la opinión pública. El hecho de que la votación para la elección de sus dirigentes, en la CUT, sea indirecta, suma al clima de descrédito ya que este mecanismo implica que cada organización sindical  tenga una ponderación distinta a partir de la cantidad de afiliados que tiene o inscribe. No es una elección universal, en donde cada sindicalizado vale un voto. La reivindicación de elecciones universales ha sido acalorada y permanentemente discutida en los últimos Congresos Nacionales de esta central sindical, algunas veces aprobada, sin embargo, siempre postergada para la “próxima” elección.

La experta en Relaciones Laborales y Sindicales, María Ester Feres, sintetiza la crisis de la CUT de la siguiente manera: “También a la CUT le llegó el momento. Sus cuestionables prácticas eleccionarias y de gestión salen a la luz y son parte del escrutinio público, al igual que otras instituciones sociales y políticas hoy severamente cuestionadas por la ciudadanía. Su discutible accionar, a menudo con cacicazgos carentes de transparencias y nocivas injerencias desde el Gobierno o los partidos, ha hecho crisis harto mayor que las anteriores, que ya preocupaban por el debilitamiento de su representación… Se requieren cambios más profundos que le permitan representar a un mundo del trabajo cada vez más complejo y precarizado, que aspira a reformas sustantivas que aporten a mayor igualdad, al respeto de sus derechos laborales, de seguridad social y de ciudadanía”. (5)

La realización de este 11avo. Congreso Nacional de la CUT (27 y 28 de enero 2017), en su resolución sexta determina que: “Se aprobó que a partir de las elecciones normales que corresponde al año 2020, el sistema electoral de la CUT será directo y universal, es decir, los trabajadores afiliados a las organizaciones que pertenecen a la CUT podrán votar directamente por los dirigentes nacionales”. (6) La determinación de esta resolución fue impugnada por dirigentes nacionales de la CUT, objetando manipulación y actuaciones ilícitas en la votación de esta medida y de otras, como la que indica realizar al más corto plazo una nueva elección nacional de la CUT -propuesta para el 20 de abril y con voto ponderado-. Frente a estas resoluciones y en relación a los comicios de agosto pasado, diversos dirigentes sindicales plantearon reclamos ante el Primer Tribunal Electoral (TE) de la Región Metropolitana con el objetivo de suspender el proceso electoral de esta multisindical, y él TE resolvió suspender estas elecciones de abril. La directiva de la CUT, finalmente, decide respetar la resolución del TE de la Región Metropolitana. Por otro lado, a principios de 2017 la comisión investigadora de la Cámara de Diputados evacúa un informe lapidario acerca de las últimas elecciones de la CUT, señalando las irregularidades del proceso eleccionario de esta central sindical, proponiendo una serie de recomendaciones tendientes a transparentar el padrón electoral y recomendar la realización de elecciones universales.

Paralelamente, importantes organizaciones sindicales adheridas a la central iniciaron un proceso de congelamiento de su membresía en la central, como el Colegio de Profesores, la Federación de Trabajadores del Cobre (FTC), la Confederación Nacional de la Salud Municipal (CONFUSAM), entre otras organizaciones, agrupaciones y sindicatos nacionales. En su consejo Nacional del 2 y 3 a agosto 2017, la CONFUSAM ha decidido luego de 5 meses de marginación volver a integrarse a la CUT y desde adentro de esta multisindical, dar la lucha interna por superar esta crisis política y sindical que vive esta central sindical. Por otro lado, el histórico líder sindical Arturo Martínez, quien fuera presidente, secretario general y vicepresidente de esta central se margina de la CUT y adelanta la creación de otro referente sindical, la Central de Trabajadores de Chile (CTCH). La acumulación de este tipo de sucesos ha impactado fuertemente la imagen de la CUT, inmensamente desmejorada y  desacreditada como organización laboral. Reconstituirse como interlocutor político válido y relevante exige que la CUT transite un largo camino en el que haga suya una verdadera “auto reforma” sindical, elevando sus grados de transparencia interna.  El riesgo de no hacerlo es convertirse en una organización inocua, desvirtuando profundamente su sentido histórico.

¿Podrá la actual directiva de la CUT enfrentar satisfactoriamente esta aguda crisis del sindicalismo nacional? En opinión de especialistas y analistas laborales, es muy difícil que esto suceda debido a que, entre otros aspectos, la actual dirigencia sindical no ha sabido leer finamente los tiempos políticos, sociales y económicos del país, aferrándose a los puestos de dirección de la organización. Esto, quedó demostrado por la insistencia de la dirigencia de la CUT de convocar a elecciones generales el pasado 30 de mayo, reeligiéndose,  en donde los puestos más importantes quedaron en manos de los mismos dirigentes cuestionados anteriormente, en manos de Bárbara Figueroa (PC) como presidenta, de Nolberto Díaz (PDC), secretario general  y de José Manuel Díaz (PS), como tesorero.

En este escenario descrito, la propia presidenta de la CUT, Figueroa constató  que la central ha vivido  “un abuso de prácticas que decantó en un proceso electoral que fue irregular”, al analizar las elecciones fallidas de agosto de 2016, sin embargo, esto no impidió llevara a cabo esta última elección de la multisindical. Esta elección que definió la nueva directiva se realizó con un reducido padrón electoral, el que pasó de más de 570.000 (2016) o 640.000 (2012) votantes en esas elecciones a aproximadamente 158.000 (2017), de los cuales votaron cerca de 98.674 de este padrón sindical. Nuevamente, estas elecciones fueron impugnadas ante el Tribunal Electoral por dirigentes sindicales de la propia CUT.

En los hechos, a esta altura del siglo XXI, la CUT no se ha constituido como actor social significativo, no se ha modernizado y no encuentra las formas de representar a los nuevos sectores de trabajadores incorporados al mercado del trabajo en un escenario de mundialización y robotización. Todo esto acompañado de la renuncia a ejercer una postura autónoma real y no fingida frente a los gobiernos de turno y a los partidos políticos, deja a la CUT en una posición de difícil reencantamiento en el mundo laboral. 

Epílogo

El tema de las relaciones laborales en Chile ha sido y seguirá siendo un debate  eminentemente político, social y ético; no tan solo laboral- sindical. Es un debate civilizatorio y dice relación al tipo de sociedad que tenemos y la que, queremos alcanzar. No olvidemos que la matriz neoliberal del Plan Laboral de la dictadura cívico militar estuvo estrechamente ligado a la  del modelo económico imperante en nuestro país desde hace más de 38 años.  Más aún, expertos laboralistas, entre otros, como M.E.Feres señalan de que “La reciente reforma laboral no solo no modifica en su esencia el Plan Laboral de 1979, sino que lo legitima. Las eventuales mejoras marginales no logran arañar siquiera el enorme desequilibrio de poder existente entre empresarios y trabajadores, lo que según la amplia experiencia comparada, solo se logra mediante negociaciones y acuerdos sectoriales, ramales o por área de actividad”.

En rigor, Chile necesita democratizarse y modernizar sus relaciones laborales y el proyecto promulgado por el gobierno de la presidenta Bachelet no satisface las expectativas que se habían generado al respecto. En los hechos, esta reforma dejó fuera de su alcance reivindicaciones históricas del mundo del trabajo, como la negociación colectiva ramal, la titularidad sindical-conculcada por el Tribunal Constitucional (TC)-, la reforma laboral en el sector público y su negociación colectiva por derecho y no por los hechos,  la derogación de artículos de despidos a mansalva como el 159 y 161, el tema de la subcontratación y la reducción de la jornada laboral. Junto con otros, éstos son los temas de la agenda laboral de un futuro que no puede seguir esperando.

La pregunta que sigue vigente es ¿cuál será la propuesta más profunda y digna para la siempre pendiente modernización de las relaciones laborales en un Chile que pretende estar a la altura de los tiempos? La discusión de fondo, es decir, la transformación o derogación del Plan Laboral de Pinochet y la gestación de un Nuevo Código Laboral en democracia, ha quedado en el saldo negativo del balance que se hace hasta el día de hoy.

El movimiento sindical chileno, y en particular la CUT, atraviesan por una grave crisis de representación y de credibilidad como nunca observada desde el retorno a la democracia. Esta situación, tiene un punto de inicio, cual es, la necesidad de definir un nuevo rol del sindicalismo chileno con el objetivo de hacer de éste un sindicalismo moderno y genuinamente democrático. Una organización que ofrezca servicios para sus adherentes, con capacidad técnica-política-económica y con una permanente gestión de capacitación laboral y sindical para sus organizaciones partes. En este escenario, se necesario repensar el rol de sindicalismo nacional para este nuevo período y sus proyecciones político sociales.

La derecha y el empresariado chileno dan una vez más muestras de defensa a toda costa de un sistema económico que está en decadencia, al no comprender que hay que hacer reformas profundas para poner a Chile de acuerdo a los estándares de economías y sociedades avanzadas. Las reformas en discusión, tanto la laboral –que ya fue promulgada- como lo que se espera de una reforma previsional, son reformas absolutamente necesarias para modernizar el país en los marcos del sistema capitalista, pero, de un sistema capitalista maduro.

Finalmente, en el discreto debate presidencial que el país presencia actualmente, los temas laborales o bien, el balance que las diversas candidaturas presidenciales hacen del proyecto de Ley que Moderniza el Sistema de Relaciones Laborales o Ley 20.940, es bastante escaso. Quizás, encontramos algunas reflexiones de los temas laborales en las candidaturas de Alejandro Guilliier, la de Marco Enríquez- Ominami y el la de Beatriz Sánchez, en las otras candidaturas, el tema laboral, brilla por su ausencia.

(4) Existen otras dos centrales sindicales, la Central Autónoma de Trabajadores (CAT) y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT). Un reciente dictamen de la Dirección del Trabajo, fechado el 13 de abril, señalaba que la CUT es la central sindical de mayor representatividad entre las 3 centrales legalmente constituidas. Agrupando la CUT: 236.114 afiliados; la CAT: 12.295 miembros y la UNT: 3.465 trabajador@s.    

(5) Crisis en la CUT: ¿Una gran oportunidad refundacional?, María Ester Feres, en Voces La Tercera, 13 de septiembre 2016.

(6) Resoluciones de Acuerdo del 11avo. Congreso Nacional de la CUT, 27 y 28 de enero 2017, www.cut.cl