El Banco Mundial, acaba de presentar el Informe sobre el crecimiento en los países de América Latina y caribe, lo ha denominado «Entre la espada y la pared….» . La real situación es que la región no dependerá de nadie para justificar su crecimiento sino sólo dependerá de sí misma y de sus resultados, sus políticas y su gestión económica.

Han pasado seis años de desaceleración, incluyendo una contracción del 1,3% el 2016, ahora,  se espera que la región de Latinoamérica y el Caribe  retome el crecimiento en 2017. Los pronósticos señalan que habrá un aumento en el PIB real de 1,2% en 2017 y 2,3% en 2018.

La reanudación del crecimiento se realizará en Sudamérica, cuyo pronóstico es de 0,6% para 2017 y 2,2% 2018, luego de dos años consecutivos de contracción. En Sudamérica, la recuperación estará liderada por el despegue argentino, que se espera que crezca 2,8% en 2017 y 3,0% en 2018 y Brasil, que retomaría la senda del crecimiento, con un 0,7% en 2017 y 2,3% en 2018, después de contraerse por dos años consecutivos. En el resto de la región, México continuará creciendo por encima del 2%, tanto para 2017 como para 2018, mientras que el crecimiento en América Central y el Caribe se mantendrá justo por debajo del 4% en 2017 y 2018.

No estamos ante un panorama muy cambiante internacionalmente hablando pero hay un cambio internacional que obligará a la región a hacer apelo de sus propias fuentes de crecimiento; en particular, reformas estructurales en pensiones, mercados de trabajo y educación, y aumentos en el gasto en infraestructura.

Desafortunadamente, las necesidades de la región de aumentar el gasto en capital físico y humano probablemente se vean limitadas por recursos fiscales escasos.  En efecto, 28 de 32 países de la región presentarán en 2017 un déficit fiscal. El déficit mediano en la región es de 3,1% del PIB, siendo 6,0 y 1,5 los de SA y MCC, respectivamente. Durante el período 2011-2017, el aumento en el déficit fiscal mediano ha sido de 5,1 puntos porcentuales en SA, comparado a un aumento de prácticamente cero para MCC, desafortunadamente, la reciente serie de desastres naturales que han impactado a México y el Caribe no harán más que aumentar las presiones fiscales a raíz de las pérdidas sufridas.

No es sorprendente que la débil situación fiscal haya resultado en un nivel de deuda pública promedio para la región de 58,7% del PIB, con seis países con ratios de deuda que superan el 80% del PIB. Esto podría afectar, eventualmente, las calificaciones crediticias de forma negativa, y, por tanto, al costo de endeudamiento de la región, tanto doméstico como externo, en un momento en que las condiciones financieras internacionales podrían restringirse.

Dada la frágil situación fiscal, una fuente de preocupación para el futuro cercano radica en que habrá poco espacio para políticas fiscales contra-cíclicas, necesarias para estimular el crecimiento y/o apoyar los esfuerzos de reconstrucción.

Este shock llevará, entre otras cosas, a una disminución en el PIB real, una caída en la entrada neta de capitales, un aumento en la inflación, y una depreciación de la moneda local.

La mejor manera sería tener un banco central independiente, niveles bajos de dolarización, y un marco de política monetaria creíble (típicamente construido a lo largo de varios años) lo cual inspire confianza en los mercados y prevenga que una depreciación moderada de la moneda en tiempos malos se convierta en una gran fuente de inestabilidad. Este es el caso de Chile, que típicamente ha llevado a cabo una política monetaria contra-cíclica tal como lo hacen los países industriales. De hecho, siguiendo estos principios varios países en la región han logrado pasar de una política monetaria pro-cíclica a una política monetaria contra-cíclica. En particular, el porcentaje de países pro-cíclicos en LAC ha caído de 60 a 42 por ciento antes y después de 2007. En gran parte, no obstante, esto se debe a políticas contra-cíclicas fuertes – tanto en lo fiscal como en lo monetario – en respuesta a la Crisis Financiera Global de 2008-2009. En otras palabras, el dilema de política monetaria sigue acechando a muchos bancos centrales de la región.

De hecho, este dilema de política monetaria ha tomado recientemente una forma más matizada y dinámica en términos de la respuesta de los bancos centrales al shock negativo. Considérese nuevamente los efectos de una caída en los precios del petróleo de mediados de 2014 en alguna de las economías más grandes de SA. Como se mencionó previamente, esto llevó a una caída en el PIB, a fuertes depreciaciones, y a un despegue de la inflación. En respuesta, países como Brasil restringieron severamente la política monetaria aumentando las tasas de política en un intento exitoso de estabilizar la moneda local y controlar la inflación. Fue sólo después de que el tipo de cambio se estabilizara (luego de incrementarse en un 82 por ciento entre julio de 2014 y enero de 2016) y que la inflación hubiera comenzado a caer, que el banco central comenzó un ciclo de expansión monetaria, reduciendo drásticamente la tasa de política monetaria en los últimos 12 meses. Este “ciclo dentro del ciclo” también puede observarse en Colombia, Perú, y Uruguay. En contraste, Chile redujo su tasa de política de forma inmediata ni bien se produjo el shock negativo en los términos de intercambio.

Esta respuesta de política dinámica nos recuerda una vez más que muchos países de LAC aún valoran notablemente la estabilidad monetaria y cambiaria y se preocupan marcadamente ante la potencial inestabilidad que puede causar un shock negativo. Esta preocupación es válida y puede hacer inevitable la prociclicalidad de la política monetaria, al menos en las primeras fases de respuesta al shock negativo. Sin embargo, lo ideal sería construir instituciones monetarias fuertes que hagan que este tipo de respuestas sean innecesarias. Alternativamente, varios países han recurrido a un segundo instrumento de política – los requerimientos legales de reservas – como una forma de resolver el dilema de política monetaria. La idea consiste en que, si se eleva la tasa de política monetaria para defender la moneda en tiempos malos, el banco central puede entonces reducir los requerimientos de reservas para estimular la economía. De hecho, varios países de LAC han recurrido cotidianamente al uso de los requerimientos de reservas (tanto en moneda local como en moneda extranjera) como otro instrumento de política monetaria. Finalmente, debe notarse que cierta intervención ocasional en el mercado de cambios también debería ser parte del menú de políticas disponibles. Una intervención temprana en los mercados de cambios para prevenir la depreciación de la moneda puede liberar a la tasa de política monetaria para que pueda ayudar a la economía a recuperarse.

Fuente: Banco Mundial