Dejé el Perú en abril de 2025. Donde debía escucharse, expliqué que había que reaccionar ya y exigir seguridad ciudadana. Me miraban como si hablara de otro país. Se evadía la realidad. Advertí que la “lluvia de inversiones” era un sueño dorado: no había condiciones para vivir, moverse, trabajar. Las familias estaban en riesgo. Nadie gobernaba la seguridad.
La sociedad, cada vez más decaída, vivía atemorizada por atentados, asaltos, robos. Las libertades, de hecho, se recortaban. En pocos meses, la violencia llegó a lo impensable: sicarios ejecutando conductores, balaceras en restaurantes, la mafia de la extorsión a plena luz. El respeto a la autoridad se deshilachó.
No es filosofía: son hechos con nombre propio. La “política del cambio” terminó mostrando que, sin controles, todo se degrada —sea quien sea—. Y si alguna vez pensamos que las mujeres serían el gran cambio, en primera persona lo imaginé, quedé desilusionada cuando conocí a Susana Villarán en la OEA: era la paladina de la mujer latinoamericana.
Susana Villarán (exalcaldesa de Lima): en juicio por lavado de activos y aportes ilícitos (Odebrecht/OAS). Pasó por prisión preventiva. En junio de 2025 asesinaron a José Miguel Castro, su exgerente municipal y pieza clave del caso (la policía trató el hecho como homicidio; la investigación siguió su curso).
Por tres veces ha sido candidata; no convencerá. Nunca. No fue solidaria con su madre cuando ocupó su lugar como primera dama.
Keiko Fujimori: el juicio por lavado de activos/organización criminal (caso “Cócteles”) fue anulado en enero de 2025 por fallas procesales y reencauzado; la Fiscalía reformuló acusación y pidió penas agravadas. No hay sentencia firme; mantiene su deseo de ser presidente.
Nadine Heredia: buscaba cargos internacionales, como ser presidenta del Foro de la Mujer; actuaba como presidenta sin serlo. En ese intento manejó grandes licitaciones, como lo ha comprobado la reciente sentencia; ella actuaba en favor de Lula/Odebrecht. En abril de 2025, un tribunal la condenó por lavado de activos ligado a aportes ilícitos (2006/2011). Solicitó y obtuvo asilo de Brasil por vía diplomática. Todo fue coordinado al milímetro, una burla a las instituciones peruanas. ¿Dina Boluarte sabía? ¿El ministro de Relaciones Exteriores sabía?
José Jerí (hoy presidente interino por sucesión): era un congresista más; ante acusaciones, logró ser exonerado, pero cuando le tocó ocupar la presidencia del Congreso, sus mismos colegas se alteraron: no podía ser nombrado presidente. Buscaron dos modos de evitarlo, sin éxito: aprobar a cada miembro de la Directiva y elegir otra Directiva. Arrastró denuncias (abuso sexual, desobediencia, presunta corrupción). La investigación por violación fue archivada por la Fiscalía Suprema en agosto de 2025; otros señalamientos siguen bajo escrutinio periodístico/fiscal. No tiene condena firme.
De este modo, el Congreso mostró su propia cara: suspensiones, reanudaciones, lectura de hasta cinco mociones de vacancia, admisión holgada, citación de la presidenta a las 11:30 p. m. para defenderse y, en paralelo, la obsesión por censurar o ratificar a su Mesa Directiva, la misma que encabeza la sucesión. Intentaron votar por separado cada cargo; no alcanzaron. Barajaron cambiar la Mesa; sabían que cualquier reemplazo arrastraba las mismas deudas. El hemiciclo quedó atrapado en su propio laberinto.
Al final, se impuso lo obvio: a la 1:13 a. m. del 10 de octubre, juró quien presidía el Congreso y estaba hábil, como manda el art. 115. En el juramento —quizá el momento más intenso de su vida pública— habló de perdón e invocó a Miguel Grau. Ojalá no sea solo retórica: el país no necesita más metáforas, necesita resultados.
Más problemas…
La diáspora venezolana es mayoritariamente trabajadora. A la vez, redes criminales venezolanas, y de otras nacionalidades, aprovecharon nuestro desorden. A los primeros, integración y oportunidades; a los segundos, tolerancia cero. La seguridad no distingue pasaporte: quien delinque, responde. Nunca se escucharon las voces de la propia comunidad venezolana condenando el delito; deberían hacerlo al ver el país que encontraron y el país que están transformando.
De quienes se esperaba algo más, quien escribe lo esperaba del sector empresarial: llegó tarde a la alarma. Solo anteayer el presidente de la Cámara de Comercio de Lima, institución que ha visto con calma y paciencia el desenvolvimiento de la historia del Perú -fundada el 20 de abril de 1888, en las postrimerías de la Guerra del Pacífico-, habló. Desde su fundación, ha tenido como misión velar por los principios empresariales, promover la inversión privada y la libre empresa en el Perú. Ya con Castillo era silenciosa; con Boluarte, se volvió muda. Participó en el brillo presidencial cuando lo urgente era medir resultados: menos extorsión, menos homicidios, cárceles ordenadas, aduanas blindadas, lavado perseguido. No hay clima de negocios sin seguridad ni justicia. La próxima vez que el empresariado quiera “estabilidad”, que la exija con indicadores y menos brillos.
Nadie podrá quitarme la idea de que, para Boluarte, esta situación -que se le escapó de las manos- fue intencional, y podemos definirla así:
Falla estructural. Tardó muchos meses en aceptar que la mala se estaba apropiando del territorio peruano; al final propuso sin plan, maquillando la realidad.
Costo humano. Transportistas asesinados, artistas atacados; Estado ausente incluso en espacios “protegidos”.
Costo institucional. Medidas simbólicas, choques con derechos humanos y desconfianza récord hacia el Gobierno.
El nuevo jefe de Estado, José Jerí Oré, tiene una trayectoria política marcada por investigaciones que incluyen denuncias de abuso sexual, desobediencia a la autoridad y presuntos actos de corrupción ligados a la Comisión de Presupuesto. ¿Podemos estar tranquil@s? En su discurso prometió un gobierno de ancha base, reconciliación, aprender de Grau y pedir perdón, y declaró la guerra a las bandas criminales “desde hoy”. Se comprometió a garantizar la legalidad del próximo proceso electoral.
Con 38 años, el caso de violación sexual salió a la luz en enero de 2025. El hecho se habría consumado en una reunión social en Canta; la agraviada perdió el conocimiento, constatando posteriormente la violación sexual, y lo señaló como presunto agresor en su denuncia inicial. El 12–13 de agosto de 2025, la Fiscalía Suprema archivó el caso respecto de Jerí. La investigación prosigue contra el tío de Jerí Oré por la presunta violación. Además, el Juzgado Civil de Canta había dispuesto que Jerí Oré se sometiera a tratamiento psicológico por “impulsividad y conducta sexual patológica”, en el marco del caso de abuso sexual anteriormente señalado. Debía asistir a sesiones terapéuticas y seguir las recomendaciones del especialista. Jerí incumplió la orden, lo que motivó la apertura de un proceso penal por presunta desobediencia, conforme al Código Penal peruano. Finalmente, tiene una investigación abierta sobre corrupción ligada a su rol en la Comisión de Presupuesto. La empresaria Blanca Ríos denunció que, cuando él presidía dicha comisión, se entregó un soborno de S/150.000 a operadores de su entorno a cambio de que un proyecto en Cajamarca fuera incorporado en el presupuesto del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Jerí separó a su asesor Hidalgo y manifestó su disposición a colaborar.
Ahora es presidente interino del Perú. Es el saldo de un mal gobierno y de una política que co-gobernó mirándose al espejo. Un Congreso que blindó cuando debía depurar; liderazgos que prometieron cambio sin controles; un empresariado que aplaudía y llegó muy tarde a la urgencia.
Será tarea de la ciudadanía peruana, en las próximas elecciones presidenciales y congresales, elegir mejor. Votar mejor. Debemos, solo con dolor, mirar el Congreso que hemos producido y la plancha presidencial que tenemos. Exigir seguridad y probidad. Vigilar a quien hoy asume, no para la selfie, sino para que haga un buen gobierno.
Porque, como país, sí podemos cambiar: pero solo si dejamos de administrar los brillos de la ilusión del poder y empezamos a administrar resultados.
La búsqueda del poder está desatada y quien nada tiene que perder tiene más impulso para obtenerlo. Actuaremos con mayores controles.