Apenas aterrizar en Cluj, la ciudad se presenta ordenada, acogedora y con un aire profundamente europeo: banderas de Rumanía y de la Unión Europea ondean hasta en las Iglesias, como símbolo de un país que busca integrarse plenamente en el proyecto común. El traslado hacia Wonderland Resort es un viaje breve y sorprendente: de la vida urbana al verde intenso de los bosques transilvanos, donde todo parece diseñado para despertar la imaginación.
La experiencia en Wonderland es, sobre todo, familiar. Caballos imponentes y ponys diminutos conviven en un mismo espacio, ofreciendo desde paseos tranquilos hasta actividades de competición. La telesilla permite observar a 360° un verdadero mosaico de deportes y juegos: recorridos ecuestres, chachi cars, senderos, lagos con cisnes y esculturas que invitan a adentrarse en un universo lúdico. Hay un gran parque de Alicia en el país de las Maravillas. Es un lugar donde niños y adultos encuentran un mismo espacio para compartir diversión y asombro.
El día avanza y se abre hacia otro descubrimiento: la gastronomía y el vino. Hemos viajado los del norte Italia, jóvenes empresarios italianos de Turín, en alianza con empresarios noruegos, están apostando por un turismo cultural-gastronómico, que une paisaje, hospitalidad y buena mesa. Esta colaboración internacional no solo enriquece la oferta local, sino que revela la vocación de Cluj de convertirse en un nodo del turismo europeo de calidad. Esta invitación al final el verano es un desconectarse de todo para iniciar, a la vuelta, con mayor fuerza y nuevas ideas que impulsarán nuevas actividades.
En este entorno, Wonderland no es solo un resort: es un laboratorio de experiencias donde naturaleza, deporte, familia y cultura se entrelazan, proyectando a Rumanía hacia un futuro turístico vibrante y lleno de posibilidades.