Durante las últimas décadas, el comercio internacional ha experimentado una tendencia hacia la liberalización, reflejada por la disminución progresiva de los aranceles promedio globales. De acuerdo a la información de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la tasa arancelaria promedio ponderada global pasó de 3.2% en el 2015 a 2.5% en el 2021. Esta disminución facilitó el crecimiento del comercio mundial y la integración de las economías.
Sin embargo, en el 2025, esta tendencia se ha visto interrumpida por un resurgimiento del proteccionismo. El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica implementó en abril del 2025 un arancel universal del 10% para todas las importaciones, con tarifas aún más elevadas para ciertos países, como un 145% a productos chinos. Estas medidas han generado preocupación en la comunidad internacional y han provocado respuestas de represalia por parte de los países afectados.
El impacto de estas políticas arancelarias ha sido significativo. La OMC advirtió que el crecimiento del comercio mundial de bienes podría revertirse en el 2025, pasando de una proyección de aumento del 2.7% a una disminución del 0.2%. Además, se estima que el comercio bilateral entre Estados Unidos y China podría reducirse hasta en un 91% si no se implementan exenciones tecnológicas. Estas cifras reflejan las enormes consecuencias que las guerras comerciales pueden causar a la economía global.
La situación actual plantea interrogantes sobre el futuro del sistema multilateral del comercio. Las acciones unilaterales y las medidas proteccionistas debilitan las normas establecidas por la OMC y socavan la confianza en las instituciones internacionales. Además, generan incertidumbre en los mercados y afectan negativamente la inversión y el crecimiento económico.
Es necesario que los países retomen el camino del diálogo y la cooperación para resolver las disputas comerciales y evitar una escalada de medidas proteccionistas. La historia ha demostrado que el libre comercio, cuando se gestiona de manera equitativa y sostenible, puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza. Revertir los avances logrados en las últimas décadas sería un retroceso con consecuencias negativas para todos.