El conflicto entre Israel e Irán ha generado un impacto significativo en los mercados internacionales, especialmente en el precio del petróleo. Ante la posibilidad de un ataque a las instalaciones petroleras iraníes, anunciado por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el crudo West Texas Intermediate (WTI) aumentó un 5.06% el 3 de octubre, alcanzando los US$ 73.65 por barril. Este aumento refleja las actuales tensiones en Medio Oriente y sus posibles repercusiones en la oferta global de petróleo.
El incremento del precio del petróleo tiene consecuencias directas para las economías de América Latina, particularmente para aquellas que dependen de la importación de combustibles. Países como Perú, Chile y Argentina podrían enfrentar mayores costos en la importación de crudo, lo que derivaría en un aumento de los precios de combustibles y una presión adicional sobre la inflación. A nivel macroeconómico, este escenario podría complicar la estabilidad de los precios y el manejo de políticas monetarias.
Por otro lado, naciones exportadoras de petróleo como Brasil y México podrían beneficiarse a corto plazo del aumento en los precios internacionales del crudo. La valorización del petróleo les permitiría obtener mayores ingresos por sus exportaciones, lo que podría mitigar algunos de los efectos adversos de la desaceleración económica global.
El escenario actual también resalta la vulnerabilidad de las cadenas de suministro en un contexto de tensiones geopolíticas. Las infraestructuras petroleras en Medio Oriente son clave para el suministro mundial, y cualquier interrupción podría llevar a una mayor escalada de precios, afectando la economía global.
En conclusión, las tensiones entre Israel e Irán tienen el potencial de influir considerablemente en la economía latinoamericana. Un alza sostenida en los precios del petróleo podría agravar la situación inflacionaria en la región, afectando principalmente a los países importadores de crudo, mientras que los exportadores podrían beneficiarse en el corto plazo.