Entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre pasado, se celebró en Madrid el Primer Seminario Unión Europea-Sudamérica y México sobre la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD). Al evento asistieron numerosos representantes de los Ministerios de Relaciones Exteriores, Interior y Defensa, así como personal de los cuerpos policiales y fuerzas armadas.
El seminario se constituye como un primer pero relevante paso para incrementar la cooperación birregional en los temas defensivo-estratégicos, en un contexto mundial marcado por la globalización y la consiguiente interdependencia, así como por una creciente multipolaridad, que exige de una presencia activa por parte de los bloques regionales.
Durante la señalada actividad, se abordaron variadas materias de interés para las partes, como son los aspectos institucionales de la PCSD, que forma parte integrante de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) -creada el año 2009, mediante el Tratado de Lisboa, junto al cargo del Alto Representante y al Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE)-; las misiones y operaciones, tanto civiles como militares, que desarrolla actualmente la Unión Europea; la estructura de administración de crisis de dicha entidad; el proceso de toma de decisiones de la PCSD; la nueva estrategia global de la Unión Europea; temas regionales de América Latina, como el proceso de paz colombiano y las experiencia en el plano del manejo de situaciones de desastres naturales y antrópicos; así como las perspectivas que expresa la cooperación entre Europa y América del Sur-México en materia de paz y seguridad internacionales.
Este último punto resultó particularmente relevante, atendido el interés europeo por estrechar lazos con potenciales nuevos socios, como es el caso de los países latinoamericanos. Diversos expositores del seminario señalaron que, entre las diversas áreas de interés que se presentan como oportunidades para acercar los vínculos, está la seguridad marítima, la ciberseguridad, el desarrollo de capacidades y la realización de ejercicios conjuntos y combinados. Sin perjuicio de ello, para la Unión Europea el instrumento más relevante en el ámbito de la cooperación es la participación de países de América Latina en sus misiones y operaciones.
Un punto que es necesario señalar, se relaciona con los desafíos que debe enfrentar el incremento de la cooperación interregional. Entre ellos, está el que las prioridades de seguridad de la Unión Europea se orientan a su entorno inmediato, como son Medio Oriente y África, para lo cual cuenta entre sus socios claves a las Naciones Unidas, la OTAN, la OSCE y la Unión Africana. También dificulta el mutuo relacionamiento la débil institucionalidad latinoamericana en materia de defensa, donde destaca el Consejo de Defensa Suramericano, que se constituye como un mecanismo flexible de seguridad cooperativa de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que apunta a canalizar la cooperación en defensa entre sus miembros, antes que como un denso mecanismo de resolución de conflictos que busque, en última instancia, favorecer una política de defensa común. Es decir, el Consejo de Defensa Suramericano representa meramente un foro de diálogo entre las distintas políticas de defensa de la región, antes que una instancia que propicie una política común en dicho ámbito.
Ello nos lleva a otra pregunta ¿Quién sería el interlocutor latinoamericano o sudamericano de la Unión Europea en materia de defensa? O dicho en otros términos, para la Unión, ¿Será mejor avanzar por el camino multilateral birregional o de manera bilateral con los países latinoamericanos? Al parecer el camino bilateral parece menos dificultoso, como lo expresan las exitosas experiencias de Argentina, Brasil, Chile y Colombia, en materia de participación en misiones europeas. En este caso, los acuerdos marco de cooperación entregan el necesario sustento legal de tales relaciones. Por su parte, si el camino escogido es el multilateral, la celebración de diálogos estratégicos entre ambas regiones parecería presentarse como una oportunidad para acercar posiciones e intereses.
Por último cabría agregar otro obstáculo de relevancia, como son las diversas apreciaciones estratégicas que expresan ambas regiones. Como se señaló más arriba, las prioridades de Europa se dirigen hacia África y Medio Oriente, no estando ni remotamente presentes las hipótesis de conflicto vecinales entre socios intrarregionales. En suma, se trata de una Europa actuando en conjunto ante riesgos externos comunes a su seguridad. Una situación distinta expresa América Latina o América del Sur, según se quiera, donde pese a la nutrida agenda de cooperación en defensa que mantienen ciertos países, aún están presentes hipótesis de conflicto vecinales, las que forman parte esencial e integrante de las respectivas planificaciones en el campo de las políticas de defensa. Todavía la disuasión ocupa un lugar de relevancia en las políticas de defensa de la región, sobre la base de desconfianzas y discursos nacionalistas que poco tienen que ver con el mundo de hoy, y mucho más con el de la Guerra Fría o incluso con el pensamiento geopolítico del siglo XIX.
Pese a todo lo anteriormente señalado, cabe destacar algunas circunstancias que pueden dinamizar las relaciones en materia defensivo-estratégica. Por ejemplo, una herencia cultural que se expresa en una serie de valores comunes, como son la democracia, los derechos humanos y el multilateralismo. A ello cabría agregar el hecho que América Latina se presenta al mundo como una Zona de Paz, libre de armas de destrucción masiva y donde la guerra ha sido abandonada como mecanismo de solución de las diferencias y conflictos. Ello podría constituir un acervo de relevancia, en la medida que la inserción de la región en las corrientes globales, impulse a los países a asumir que la paz representa una suerte de exportación no tradicional de América Latina al mundo. Ello está en la base de la participación de los países de la región en operaciones de paz, bajo mandato de las Naciones Unidas.
Y un tema práctico asoma con particular relevancia. Como muchas veces en la historia, el tema financiero define los derroteros, por cuanto el incremento de la participación de países latinoamericanos en operaciones de la Unión Europea requiere como condición sine qua non, el analizar el relevante punto de los costos. En éste caso, cabe señalar que acompañar a la Unión Europea en sus misiones no conlleva, para los participantes, el reembolso que sí contempla la participación en operaciones de Naciones Unidas. En un contexto de contracción económica, lo anterior parece particularmente notable. Y ello va de la mano de la necesidad de avanzar en el desarrollo de capacidades civiles en América Latina, en el entendido que las misiones europeas exhiben un marcado tinte civil-militar. Este es un tema sobre el cual deben trabajar firmemente los países de América Latina, y donde el tema financiero nuevamente ocupa un papel destacado.
Con todo, lo recién señalado no puede constituir una piedra de tope insalvable, sobre todo si existe la voluntad política de avanzar por la senda de la cooperación, aunque las intensidades del apoyo varíen entre un país y otro en América Latina. Considerando diversas velocidades, en esta línea, deberían analizarse mecanismos innovadores para posibilitar la participación latinoamericana en misiones europeas, en el entendido que la paz y seguridad internacionales beneficia a todos los países del mundo, sobre todo en el caso de aquellos Estados latinoamericanos que han asumido la inserción global como estrategia de desarrollo. El comercio internacional requiere de rutas seguras. La estabilidad global por un lado, y el crecimiento y desarrollo por el otro, son un binomio inseparable.