LO BUENO, LO FEO Y LO MALO EN EL DEBATE DE LA REFORMA LABORAL. POR JAIME ENSIGNIA

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No vamos a parafrasear esa excelente película espagueti western de los años 60 titulada “El bueno, el feo y el malo” del director Sergio Leone, con las notables actuaciones de Clint Eastwood, Lee Van Cleff entre otros, sino más bien nos referiremos al debate que se ha producido desde la firma de la presidenta Michelle Bachelet, el 29 de diciembre del 2014 a la fecha del Proyecto de Ley que Moderniza el Sistema de Relaciones Laborales, denominada también: Reforma Laboral.

LO BUENO, este gobierno y fiel a su programa presidencial, pusieron como un cuarto pilar de las reformas estructurales, el de la reforma laboral y con ello se configuró un escenario de análisis, debate, propuestas y contrapuntos, sobre un tema, que había quedado rezagado en la agenda gubernamental de los gobiernos democráticos. La necesidad de ir a un cambio “sustantivo” del sistema de relaciones laborales hizo que este controvertido tema entrara totalmente en sociedad. Desde el momento en que el gobierno firmo este Proyecto de Ley, nadie pudo abstraerse de esta discusión. Los actores sociales, el movimiento sindical, los gremios empresariales, los partidos políticos y los parlamentarios juntos a la iniciativa del ejecutivo entraron en el debate sobre el carácter que debía asumir una reforma laboral de nuevo cuño. Señalamos de nuevo cuño, debido a que las expectativas del mundo del trabajo, de sus organizaciones sindicales y del mundo político progresista y de izquierda, fueron las de cambiar estructuralmente el sistema de relaciones laborales heredado de la dictadura cívico militar. Por cuanto, más allá del necesario balance de cómo ha derivado este debate o hacia dónde va esta reforma laboral, debe destacarse que esta iniciativa del ejecutivo ha tenido un intenso debate, incomparable con el NO debate acerca del Código Laboral evacuado a sangre y fuego bajo la dictadura de Pinochet.

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LO FEO, está en lo que se denominado el debate interno en el seno de la Nueva Mayoría, entre aquellos que están por una agenda progresista de cambios estructurales en la sociedad chilena, tan obvios y tan aceptados en los países de capitalismo maduro como los de la OCDE y, aquellos que reivindican que las reformas están “mal hechas” o bien que lise llanamente no quieren o no han querido nunca cambiar las reglas del juego que dejó el régimen de Pinochet en materia laboral. La oposición al interior de la coalición de gobierno, particularmente en el Senado, con algunos senadores de la DC, no todos, algunos PPD, no todos, oponiéndose a esta reforma impulsada por el gobierno en aras de “mejorarla” contribuyó decididamente a morigerar aún más la propuesta de Proyecto de Ley del ejecutivo. En definitiva, estos parlamentarios, sectores de la academia argumentado con ejemplos de países desarrollados en cuanto al reemplazo de los trabajadores en huelga y no entregando la panorámica total de las relaciones laborales en esos países, con sindicatos muy fuertes, con negociación colectiva ramal y en algunos de esos países, e incluso con cogestión en las empresas, demostraron en los hechos no estar dispuestos a apoyar las reformas en curso y, esperan tener la posibilidad política a través de la vía del “necesario” consenso de los primeros años del retorno a la democracia, restaurar el viejo status quo. La colusión política restauradora ha permitido converger a ex ministros, ex parlamentarios y miembros de la élite de la antigua Concertación con el objetivo de oponerse decididamente en contra de cualquier cambio en estas materias.

LO MALO, está en la actitud de la derecha política en el parlamento y en la falta de propuesta de los partidos opositores en lo relacionado con los puntos sustantivos del debate sobre la reforma laboral. En este escenario, se puede entender la oposición de trincheras sin precedentes de los gremios empresariales por intermedio de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) o el de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), por nombrar algunas de ellos, en definitiva: defienden las regalías, privilegios y su hegemonía en la relación capital-trabajo que les otorgó hace 36 años la dictadura cívico militar con su Código Laboral. En el diario La Tercera del 6 de abril se constata que “el diputado PS y presidente de la Cámara Baja, Osvaldo Andrade planteó que le daba “mucha pena” que el único argumento de la derecha sea acudir al Tribunal Constitucional (TC)”. En efecto, cuando leemos los argumentos de connotados parlamentarios de la derecha, como el Senador Andrés Allamand (RN) o Hernán Larrain (UDI), sea la de señalar que todos estos temas zanjados en la Comisión Mixta en cuanto a la titularidad sindical, la extensión de los beneficios por parte de los sindicatos, la negociación interempresa obligatoria y el derecho de información que deben tener los sindicatos para las negociaciones colectivas constituyen bajos sus ojos, materias inconstitucionales y que vulneran la actual Constitución engendrada en plena dictadura y por cuanto, esto debe ser definido por la llamada tercera Cámara, el Tribunal Constitucional. El Senador Allamand, Larraín y otros personeros de la derecha política olvidan que una de las reformas que está en el tapete de la discusión en el Chile actual, es precisamente tener una Nueva Constitución y no seguir amarrados a esa autoritaria Constitución pinochetista.

En síntesis, la derecha no tiene proyecto ni propuestas para la Modernización del Sistema de Relaciones Laborales, sino que se aferran como moribundos al Plan Laboral del hermano del ex presidente Piñera: José Piñera, valla propuesta de modernización de las relaciones laborales en Chile en pleno siglo XXI.